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ERNESTO MORALES
sus fuertes adversarios. Tiene reveses; pero triun–
fos tambien. Su obstinaci6n corre parejas con su
valor. Y su valor es tanto que subyuga, su obsti–
naci6n es tan sagrada que todo lo enciende. Con–
tra la calumnia, esta su vida; c.ontra las acusacio–
nes, su palabra elocuente; contra las amenazas, su
no temor a nada ni a nadie. Se ha elogiado quizas
en exceso el coraje de un Cortes o de un Almagro.
iHubo en toda la Conquista hombre de mas cora–
je que este fraile aparentemente debil e indefenso?
Aquellos luchaban contra hordas de indios asusta–
dos por la p6lvora y los caballos antes de entrar a
combatir ; contra la naturaleza exhubera e inerte;
pero Las Casas luch6 contra la codicia
y
la cruel–
dad humanas, mas dificiles de veneer qqe miles de
indios mal armadas, mas dificiles de hollar que
una selva del tropic.a.
No solo habla este combatiente de la no vio–
lencia; escribe tambifo:
Relacion abreviada de la
destrucci6n de las Indias,
libro horrorizante.
Las
Nuevas Leyes,
libro revelador de una inteli–
gencia aguda puesta al servicio de una causa supe–
rior. "El infierno del Peru", segun
et
lo llama,
es pintado con sangrante pluma. Y se plane el rec–
to cristiano: "Hubiera sido mejor confiar los in–
dios a los diablos del Infierno antes que a los cris–
tianos.'' En 1542 presenta su obra al emperador.
No faltan quienes, soliviantados por los intereses
en pugna, salgan a combatirle: Fray Toribio de
Benavente, desde America, niegalo. El no ha visto