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ERNESTO MORALES
reglas mediante las cuales et ordena a los confeso–
res negar la absoluci6n a todo espaiiol que se haya
enriquecido robando a los indios, si antes no de–
vuelve lo robado. Fueron recibidas violentamente.
Los conquistadores, a pesar de sus crimenes, no
dejaban de aspirar a la gloria etern_a. Y el obispo
de Chiapas se la negaba. La lucha se plante6 mas
terrible aun, con mas encono por parte de los ene–
migos, con mas serena energia por el Padre Las
Casas. Tanto lo acusaron que el emperador bubo
de oir a sus detractores y lo mand6 presentarse
ante et, a defenderse de los cargos que le ·hac.ian.
Pero Las Casas, combatiente por instinto, si se pre–
senta a defenderse ante el Consejo de lndias, se de–
fiende atacando. Escribe:
Treinta proposiciones
juridicas sobre los derechos que la Iglesia y los
principes cristianos puedan tener sobre los infieles,
malquier naci6n a que pertenezcan.
Y el Consejo
de Indias aprueba el libro. Entonces aparece el des–
dichadamente cetebre doctor Juan Gines de Sepul–
veda, cronista real. Este, defensor de la Conquis–
ta en su faz guerrera, ataca a Las Casas. Contro–
vierten en Valladolid ante un tribunal de te6logos
y juristas, los mas celebres de aquel tiempo. De
un lado la mala fe, la inteligencia falaz puesta al
servicio de la codida; del otro, la sinceridad, la in–
teligencia recta al servicio de una conciencia sin
mancha. El sofisma intelectualista contra el fervor
humanitario. Las Casas triunfa, demostrando en
tal ocasi6n que no solo era un abnegado misione-