Table of Contents Table of Contents
Previous Page  95 / 298 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 95 / 298 Next Page
Page Background

- 91 -

sólo se ha hallado algunas flautas; entr e las cuales,

parece, las había de tibias humanas ...

Sin embargo, les gustaba

cantar

en sus fie tas al

compás de una 'caja' o 'tamboril de pellejo de lla–

ma'. «Su canto monótono y lánguido, - dice el

Padre Toscano -, cuyos tonos se asemejan a un

silabeo, es más o

meno~

el canto popular que se oye

en las montañas, entonado por algún pastor de ca–

bras) o en las reuniones al derredor de una tinaja de

chicha o de un 'noque' de aloja»

(op .)

pág. 86).

Ambrosetti, por su parte, nos habla de

«

instru–

mentos de música, de piedra, representando

mon~ truos, o de factura simple, con sus agujeros perfo–

rados en su masa» ,

y

cuyo

«

sonido de ocarina nos

transporta a los momentos felices del indio, entre–

gado a la melodía, ejecutando sus

haravecs)

sus

aires marciales, sus himnos religiosos, sus cantos de

amor, sus vidalitas sentimentales...

»

(op.

III, pág.

421) .

- 5.

De

los rnovi11iientos.

-

Tenían, más que una

estética, una

locura

o

borrachera

de los moYimientos ;

como lo demostraban en sus grandes fiestas, sobre

todo eµ. la que hacían en honor de

Pucllay)

el dioR

jocundo

(Piwllay)

en quichua,

signific~

'jugar').

«Cuando uno medita en aquella divinidad de for–

mas humanas - dice Adán Quiroga - el espírit u

instint ivamente se vuelve tres siglos atrás, parecién–

dole tener ante sus ojos una época. Desfilan al ins–

tante por la imaginación aquellas multitL1(1es de hom-