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CULTURA DI.AGUITA
l.
Una opinión.
-
«La región diaguita - dice
Jaimes Freyre - es un depósito inagotable [de obje–
tos indígenas]; pero los documentos de los arcbivos
guardan el más profundo silencio sobre estas mues-
,tras de una civilización 'embrionaria, y sólo parecen
estar de acuerdo en presentarnos a los ind1os de los
valles como un pueblo absolutamente salvaje, que
dejó pasar por su territorio la cultura de los incas
sin asimilarla ni adoptarla. Queda en i1ie el proble–
ma cronológico y, por tanto, no es posible en el mo–
mento actual, adjudicar a determinado pueblo,
na–
ción
o raza, el honor relativo de esos primeros pasos
hacia una vida policiada»
(op .
III, pág.
50).
Pues bien; creemos que exagera el señor Ja.imes
Freyre. En primer lugar, no es del todo e·xacto que
«los documentos
de los archivos guardan
el rnás pro-
fimdo si lencio
sobre estas muest ras de una civiliza–
ción embr ionaria, y sólo parecen estar
de acuerdo
en
presentarnos a los indios de los valles c0mo un pue–
blo
absolutamente salvaje» ...
Basta citar uno de los
más importantes de esos documentos: la conocida
·~
Relación...
de Sotelo Narváez.
Dice 8otelo, por ejemplo, refiriéndose a los indios
del valle del
OaJ
chaquí, que
scibían
'
servir como los
del Perú', que era 'gente de
tanta razón
como ellos',
y que tenían
'maneras de vii'·ir
como los del Perú' .
Les atribuye también 'Idolatría y Ritos' . Hablan-