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no de llama, el fuelle prehistórico de piel de gua–
naco
y
tubo de arcilla.. .
«Luego la obra concluída y su aplicación : el tra–
bajo sobre madera y sobre piedra. El árbol
~lel
valle
derribado, las toscas tablas separadas por su acción
de cuña, los vástagos pulidos recortados para fabri–
car el po<leroso arco,
lo~
mangos de sus hachas, las _
pa.las
de
tejer o el trozo labrado y transformado en
escabeles, marcos y puertas.
«Más
tarde, aún lo hallaremos en las manos ner–
vudas del
calohaqiií)
cincelando en la dura piedra
los eternos pretroglyfos de su ritual fe.tiquista, que
el
sacerdote diseñara antes con pintura negra o roja
para invocar al numen propicio o conjurar la funesta
influencia del adverso.
«Un fetiche diminuto de piedra, representando
toscamente una llama: una superstición, _una mas–
cota, aún hoy
día
usada por los que habitan aquella
región, una
illa
para proteger al
reba.ñode sus bes–
tias que la mujer apacentaba con amor...
«Un
ídolo femenino, otro fetiche, la buena fortuna,
para las angustiosas luchas de
la
maternidad...
«Otro ídolo de barro cocido, de cejas grandes y ar–
queadas, e brazos cortos deformes,
de
cara ancha
y expresión lacrimosa, un ªx-voto que acompañaba
al cadáver...
«La urnafnnerari a con su complicado simboli smo:
la síntesis fría pero elocuente de sus sacrificios hu–
manos; l a sequía espantosa que asola al país ; la
consternación general...; el
Ohiqui
airado que ·es