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con ruinas de
mur~llas,
fortalezas, pueblos · y edifi–
cios, cuyo trabajo ciclópeo lucha aún a brazo par–
tido con el tiempo, que inexorable y tenaz derriba
poco a poco cada una de sus piedras.
.
.«Los enhiestos cardones ... con su aspecto de fúne-
.1
bre cnindelabro, arraigan entre sus junturas. La
_s,e.r- ,
piente, ot.rora sagrada guardiana de Jos muert os,
""
custodfa a esas viejas ruinas viviendo entre las pie–
clras
der~~ibadas
y
espantando con_sus silbidos a las
vicuñas
y
hnRinacos que vagan en la sol edad...
«
[YJ allí, entre el montón de escombros que el
tiempo y
las
razas
han
acunrnlado,
o
dentro de log
.
.
\
sepulcros cercanos; el pico troprnza
co~
los tesoros
r
arq1rnológieos, que han. escapado intactos o rotos,
a
tanta destrucción :·
un
cetro,
un
cincel,
un
simple
cántaro, una urna funeraria; un amuleto, un yuro,
nn ídolo, un fetiche, un hacha de piedra,
_un
collar ·
y
mil objetos; aparecen uno a uno haciendo
evoc~r
la
vida íntima
de
e-sa prehistórica raza. ---
«
El cetro nos
sugi~re
la
idea
del
man~lO";
un
cu–
raca:
un jefe, blandiéndolo en su diestra, ·anima-ndo
a los suyo8, de pie_sobre una fortaleza
pirccidci:
en–
t~e
el chocar de los discos de bronce, entre el silbar
de las terriblés fléchas y los golpes secos .de
las pe–
sadas hachas líticas...
· «Un cincel de bronce nos ha,ce
i~ecorr~r
toda una
serie de momentos de acti-vidad humana, desde la
extracción penosa de metales
d~l
seno de la ti_erqt,
su pesada molienda por medio del poderoso
rnara,y:
los .hornos primitivos alimentados con
tt~i:rna
y hua-
\
.