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'<:Lñ ,

donde

l

cí, n ne ..

ntaba

1 1;

y un bulto u

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nían

h

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d oro ( te nun a I r ció)

y

1 una cantar ría d . ro

J

plata.

E te e ' añ tom,, el Marqué " D. Franci co Pizarro para sí por joya

como apitún o-ener · l · montó e nta mill ca

t

llan · y on to lo,

españole e vini ron a Ca amal

·a»

(p.

243 ).

El croni ta

más

fa

cinado por la riqueza d

l

templo

s

Bartolorné de

La.s Ca ·a cuyo r lato caract riza la. exag racione le u época :

«El

templo del ol a todos lo ya dicho . en artificio y primor y com–

plimiento o apo entos y riquezas obrepujaba. Eran la pare les de

piedra muy bien labrada, y entre piedra y pie<lra., por mezcla., estaño y

plata)

co~a

nunca vista ni jamás oída. E taba todo enforrado de chap -

ría d oro por de <lentro, las paredes y el cielo y pavimento o suel .

E ,_

ta chapa:.; o pieza..: de oro eran del tamaño y de la hechura de

lo ~

espal–

dare ele cuero que tienen las sillas de espalda en que no a entamo ;

le grueso tenían poco menos de un dedo; e yo vide hartas. Pesaba cada

una éon otra bien quinientos castellano . Déstas quitaron los primero1

españoles (que creo que fueron tres que envió Pizarro a traer este oro

luego que prendó al Rey Atabalipa), Reptecienta , sin muchas otra pie–

zas de otra manera que allí había. Desguarnecieron estas plancha de

oro con unas barretas de cobre que debían de hallar por

allí

o los indio .

e las dieron.

«Era este templo muy grande, porque era

fa

matriz de otros muchos

pequeños, por ser

el

templo del

Sol~

a quien los reyes principalmente·

eran devotos, y dellos era venerado y en todos sus reinos con la munifi–

cencia real dotado [-das, en el original] de grandes riquezas

y

tesoro .

Los vasos, cántaros y tinajas y otras piezas de diversas forma , eran mi–

rables

y

sin número. Eran también innumerables los oficiales de plata y

oro gue, principalmente para servicio deste templo

y

vasos dél y para.

las Casas Reale , había dedicados» (pp.

15-17).

«En riquezas nunca otro en el mundo se vido, ni en sueños se

imági–

nó, por ser todo vestido de dentro, paredes y el suelo, y el cielo o lo alto·

U.él

, de chapas de oro y

ele

plata., entretegidas la plata con el oro, no pie–

. za de a dos dedos en el tamaño n,i delgadas como tela de araña., sino de

a

vara ele medir, y de ancho le a palmo y de dos palmo , gruesas de

a

poco meno que media mano, y de media y una arroba de peso. Los va-

o del ervicio lel Sol, tinajas y cántaros, de los mismos metales, tan

grande , qne,

si

no los viéramos, fuera dificil y casi imposible creerlo;.

cabían

a

tres o cuatro arrobas de agua

o

de vino o de otro licor

[sic]»

(pp .

52-53).

«Tenía el templo los ·grande portada por

donde ~

e entraba, y su–

bían a ella por do e .. caleras de piedra mucho bien labradas, cada una

de treinta grada. . Todo lo alto del zaquizamí estaba cubierto de plan–

chas de oro, el uelo y la paredes lo mismo, y muy pintadas, y en ella