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Nuestra baja da a l valle fu é
basttu~ te
ráp irl a pero no so"–
sega da pa ra nuestros nen ios. En la hacienda encou t ra mos
a l
cura
de la a luea q uiÉ'n acababa de Yo lver del Cuzco
~-
es–
taba espera ndo a nsiosamente a los
Frcwcese::;.
En la Siena
la población mest iza se imHgin a qne t odos los extra njeros
son de naciona lida d FrRnct->::;a
y
vemlec1ores de joyas de pro–
fesión.
'os aconsejó que no fuf'ra mui:i d o abA jo a Santa
A–
na, agreg a ndo,
r:; ig nilit:n t ivn lll t-> ltte, que loi:i peones Re ha–
bía n da do cuenta Llel valo r ,·erdaderu de las par:;ama nerías
brilla nt es que les ha bía n vendi do los a nte ri ores
Fnwceses.
1
en seguida nos dijo que dt->seaba Yer, qué joyas ll p\"Ab a–
mos, insistiend o en qu e quería compra t· a lgunas. Con mu–
cha difi cultad pud imos CO il\' euce rl e de qn e
11 0
é1a ¡nos buh o–
neros cua 11do nos pregun tó en nombre de la
~antísint a
Tri–
nidad , qué otro objet o pndo llevar nos hasta Oll a nt a;ytam–
bo?
"An
tigüeda.de~> ' '
rep it ió des pu él::l de mí con
sin ce r~)
asom–
bro, súb
i t amen te¡,e pu so silencioso, y sali ó del ena r t o . . In –
mediata mente después volvi ó a la puert a
y
me hizo se ñas
para seguirle a l más a iPjad(l rineón del patio cerca de
l o~
caballos. omo el
cura
de Ti alltHl tt aco,
tamb i ~n
t5ste esta–
ba cansa o d vi:vj¡• en un pqeolu de in dios, sa bienrl o quP
PI
SUelOestaba nene ido de teSO)"OS
J
dijo que t:O iiip rt-'nclía
muy b ien Pl objeto de n uestra visita..
~sta ba
l>i en q nP lo
ocultáse · os al pn blo en geHeral y a l gobernado r Pn parti–
cula r , p r q ue de15ramqs confia r po r PntPro en 81 y pa rti–
ciparl e del botín que íba mo:-; a obtPtte r. Con1o el
c· ura
de Tia hu a nn eo ven
e~:<te
sen t ido como
todo~
los curas ele
la Sien a - eRtaba
ca lamuqtwa ndo y
ll o rand o . Yo rPr:;pe–
t aba sus lág rimas, y, ded uciendo el e mi :-;ilt->ncio qn e mi co–
J·azón se ha bía enternecido
y
de qu e mi del::lconfi a uza se ha–
b ía desva necido, se sosegó fi na lmen te,
y
ent oncE's y o lo a–
plané a l
in si~tir
que las
ant ig üedades
me había n n t ra íd o
a Ollantaytambo. Era. demmdadu; la cam de l minü• t n) del
Señor, se pu so lí vida a la lu z de las PRt rell as
y
f.:P
a le¡ó a
jla ncadas con la. siniestra ma ldición, ''Ron lll a los todos los
caminos que salen de Olla ntaytambo".
Cuando le desc ribí nuestra en t revista a l gobe rn a do r no
parecía consider·arla como un chist e y no es t a ba del todo
t ranquilo cuando me dijo que el
rm n
era. un g-ra n bPrg·am e
y
capaz de causarme cua lquier da ño. Por su buena suer te
no me encon t ré con el clérigo en ning·uno de los de:s tilade ros
del camino a mi regreso a Urubamba, pues segura mente le
habría disparado un
tiro sin pregunta rle la r azó n de sn
p resencia allí.
Después de cuanto he dicho e in sinuado a ce rca del clero
en el Perú pa recerá s uper·er ogatorio añadir u-n · párrafo re-