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EN LA TIERRA DE LOS lNCAS

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por las en redaderas

y

arbusbos que trepan sobre ellas o

cuelg·an en festones de HUS bordes.

(1)

.Ning11n viajero pue–

de verlos sin quedar asombmdo por la maestría, la tenaci–

dad y el poder que revelan y que demostrarán por siglos

estos si lenciosos

y

g randio::;os monnrueo tos.

A la distancia de media leg·ua llegamos hasta una estri–

bación de la montaii.a que se presentaba abruptamente

ante no:;otros con un precip icio vertical hacia

el

río que se

arremolinaba a su pie con impone nte furia. La senda es es–

treclla, tan estrecha que

110

pueden cruzarse dos bestias, .

y

además e:-> pedregosa

y

empinada. En la cumbre misma ha–

bía dos torres, f:lanqueadas por un a roca infranqueab le ha–

cia el lado dPI

d o ,

poco meno res qne las que coronan las al–

turas de la MeJiterrá nea, con aberturas a manera de tro–

neras para cmmpletar la senwjanza. El camino pasa por en–

tre ellas por un corte en la roca

qu~

deja apenas paso

pam una mula, cargad;l,. Al otro lacio

y

a l pie de las torres

notamos r uin as de edi fi cio::;, pwlwblP"n1ente de los cuarte–

let-~

de la, g uarnicif111 q ne ocupaba est.a posición casi inex–

pugnable en >tro tiempo.

Más adelante el l¡eclive de la montaña-es menos dbrup–

to

y

Psealon ado

r

r

te

,zas que- se elevan has15a una pla–

·taforma relativamente ancha, a rnuchos cientos de pies de

a lt ura donde s encnen t·an las ruinas de uua a

nt.ig

ua po–

blaci6u. Aseen jmo...:;

ravés de los

andenes

por una sen–

da empinadBJ

escabrosa hast.a un pronwntorio que domi–

mt el río que pasa por enfrente. La senda es tan estrecha

que crispa los nervios. un paso en falso haría rodar la mu–

la y el jinete has ta el fondo rocalloso del río, que ahora ru–

ge casi inaudible en la hondonada. Después de trepar el pro–

w ontorio descendimos rápid a mente a un hBrmoso camino,

an cho

y

de s nave gradiente que ondula por la falda del ce–

rro y que llega hasta la cabecera de una enorme quebrada,

situada, entre el promontorio sobre el que nos encontra–

mo,.;,

y

ot ra estribación igualmente escarpada, distante una

o dus millas. Es este el antig·uo camino incaico a las cante–

ras de pórfido de donde fueron extraídas las- gigante3cas

piedraH de la for taleza de Ollantay t ambo. Seguimos

por este camino llasta su terminación en la cumbre

'

(1) En ésta

y

otras secciones del valle puede verse que los anti–

o·uos peruanos constriñeron el cauce del río para disputarle una

e~trec ha faja de muchos kilómetros de longitud que · aprovecharon pa–

ra sus andenes de cult ivo, Jo cual revela

la

escasez de la tierra en re–

ladón con el número de habitantes

y

·un prodigio en la máxima ut.i-

1

ización del terreno.-

r .

del

'.r. .