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las de San IvLartín, moribundas; y hasta las de San–
ta Teresa, broncas, conventuales, tristes. . . . . Y
mientras la mística melopeya, diluvia, desde las
torres, su eterno decir, en el idioma' del argento
y
del bronce, un] jilguero derrocha su filigrana junto
al
ventanuco de mi cuarto. . .
¡Ea
!
que el día es
diáfano y las mulas, ensilladas desde temprano, es–
carcean nerviosas a la puerta del hotel. Nos pone–
mos en marcha. La mañana es clara
y
tibia. M'e
acompaña en
mi
excursión el profesor potosino D.
lJUis Subieta Sagátrnaga, bella persona que ha to–
mado a su cargo la tarea de iniciarme en la recor–
dación histórica del municipio,
y
el joven dibujan–
te Víctor Valdivia, promesa :f;irme en los dominios
de Apeles. !Slobre el cielo
azul,
de un intenso azul,
se destaca l t l'ián o macizo de a montaña, con
sus tonos d bermellón, de la izlázuli, de amarillo
Vélez, co emp
a-
a a teayer otl:o hijo notable del Plata,
un anchuroso horizonte de miÍ's de cien leguas, en e•l que
se desta'can gallardamente las más elevadas cumbres de
la cordilera oriental de los Ande·s
y
del majestuoso ramal
de los Frailes, teniendo delante, al pie de aquel coloso
de plata, extendida como un tablero de ajedrez, la famo–
sa e histórica ciudad de Potosí, con sus edificios bajos y
calle'juelas estrechas, conservando, en todos sus detalles,
su aspecto clásico de la época' de Carlos V. Doquier se
:f\ije la vista o se. ponga el pie·, se encuentra siempre fijo
y latente el rastro del dominio español. Entre todas las
ciudades del continente americano, Potosí es, sin duda
alguna, la más española
y
justamente se
e~orgullece
de ello.
"Clomprendiendo el señor Molins el interés e importan–
cia de esta ciudad legendaria y rica, quE:> en otro tiempo
formó parte integrante del virreinato de Buenos Aires,
piensa dedicarle un libro espe'Cial poniendo de relieve sus