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za
y
pilonga, rebozada en su manteleta de merino,
que vá al templo haciendo alarde de las insignias
de su cofradía, su enorme rosario
y
su alfombra
clásica;
~n
el tartufo ' ' pechoño",
impenitente
y
madrugador, que desechó el sobrepelliz por el es–
trado judicial; en la dama fresca
y
linda que cru–
za diligente la calzada terciando con desgaire su
mantón; en su chola familiar que caJrga con el re–
clinatorio de caoba y pana carmesí . ..
Todas las mañanas, temprano, recorro el extra–
muro. ¡.Con qué placer me extravío en el dédalo
de callejuelas toledanas! ¡ Con qué veneración me
inicio en los secretos antañones del arrabal! Hay
encrucijadas
y
caminos tan angostos, que bien pue–
den sus veéinos darse la mano de
b~lcón
a balcón,
por sobre la c¡ule. ¡
cómo se a.·ecllea el esp,íritu
ante la renovaeión del
asado!. . . .Aquí hubo un
beneficio minero que
rodujo, por quintas reales,
oeho millones a la
~rona;
este es el callejón de
''los porteños·
ue r._ecuerda la
más
enconada
y
sangrienta lucha vecinal de la Villa; esta esquina
se llama ''de la horca''. ¡Si aún está el madero,
' prolongando el arquitrabe donde descansa
el bal–
cón! Cien cuerpos fueron suspendidos del cordel
en esta esquina, por mandatos de audiencias
y
co–
rregidores. Por esta calleja entró Bolívar; en este
barrio se organizó una fiesta popular al ejército de
Belgrano; de aquí salió Pueyrredón, para rescatlllr
a la libertad, los caudales de la Moneda ...
Es encantador el suburbio. Se suceden merende–
r os, bazares
y
pulperías. Oada callejón es una fe–
ria donde los tenderos exhiben sus baratijas: telas,
ojotas, confituras, estampas, chicha
y
jarabes. Ca–
da plazoleta es un mercadito mañanero que repro-