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daluz, con corredores airosos
y
espaciados; pero
sin la fuente saoramental, ni los tiestos de clave–
les ; pero con pájaros, con calandrias y jilgueros,
y
con mucha luz, con esa luz que envidiaría Gra–
nada para
sus
cármenes y Toledo para su ciga–
rral. ..
La luz eléctrica ha; difundido sus beneficios por
plazas
y
calles, por oficinas
y
comercios, llevando
sus alambres desde el palacio al tendejón. Pero
esta conquista, que valora Potosí en su alto méri–
to, no ha a.ITasado ni con los faroles de las plazo–
letas, ni con los candiles de luz mortecina que ve–
laron las calles de la Villa Imperial y ante cuya
languidez Be solventaron querellas de amor y se
e~currieron, como duendes, embozados caballeros, da–
mas eleganter; y a •es. Toda 1a lherá'ldica poto–
sina cuenta d l"najuaas an auzas obre el pól)tico
de los caserones: aquí el escudo del marqués de
Otavi,
af~anz
o or sus leones rampantes con to–
dos los atributos de alO!I', del poderlo y la noble–
za; más allá, en la calle Lanza, el del maestre de
campo Don Antonio López de Quiroga, con su to–
rre guardiana, sus lises y sus ondas de mar; el ele–
gante de los condes de 'Carma y Gayara, sobre el
frontis de una antigua casa de la calle Ohuquisaca,
coronado el brocal con el morrión bruñido, símbo–
lo de bravura militar; el de los condes de Gasa Real
de Moneda, y diez más ... Y es verdadera venera·
ción lo que siente el pueblo potosino por sus pie–
dras nobiliarias. ¡Lástima que ha desaparecido de
su frontispicio legendario, la que
dió
lustre a la
casa de Quiróz! Me acerco, por curiosidad, a esta
mansión, fastuada otrora con la generosidad del
"ingenio", y siento dolor ante las ruinas hacina-