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mo encantador que perpetuó la casa colonial. E1l
barrio adornado, que vivifica con sus
rosales,
la
nostalgia del extramuro, abatió las murallas del ca–
serón, para delinear canteros
i_ngles~s,
alegrados
por el parloteo del surtido;r-.. . EQ renacimiento,
el suizo, el castillo no¡rmal!d.Q, enseñoreados de las
fincas de las avenidas excéntricas, anuncian el
triunfo del europeismo destronizante
y
arrollador.
Pero las viejas casas de la ciudad aún conservan
sus patios tradicionales, rumorosos
y
sombreados
y
sus balcones de vitrales, :{loridos siempre, como
si la transmutación del tiempo
y
la novelería a to–
do trapo, no pudieran contra el idealismo español.
¡Ah! dejadme vaga_!' por !as calles, sumido en la
añoranza del tiempo viejo, perpetuado en la virili–
dad
e la sangre, la T?O
íp.
las cosas
y:
el miste–
ri
d~
ia~ón!
.. .
~quel
a ig1e ia me habla de
lo
se'"" r
d vara
y
~olilla.
que dige;rían su cho–
colate matina en el silencio de la nave-, para rubri–
car l e, o l
to de g-<!fl'ote de
UD¡
hereje. . . Pero
est
1
e in or
de un drama pasional, te–
ñido con la ancrr de cuatro ·nfanzones;
y
aques–
te balcón toledano me habla de una suave roman–
za que confió a la luna un galante trovador . . .