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pre, combina con el rococó moruno y el
monoli~
to .regional.
Hay en esta pintoresca capital de Bolivia un
templo soberbio: San Francisco. Se comenzó a eri–
gir a principios del siglo XVII', durante el virrei–
nato del príncipe de lE'squilache, pariente del ca–
nonizado, poeta, galanteador
y
místico de brevia–
rio a la vez.
No obedece este templo a ningún orden fijo. Y,
sin embargo es una maravilla su fachada. Gampea
el gTiego en su conjunto exteri<)¡T
y
en las
colum~
nas de sus naves.
'E~
asperón, trabajado a cincel,
adelantó el modelo ornamental, destrazado, a ve–
ces, con q_ue José Ohurriguera formalizara después,
el estilo cargoso de lQs altares y retablos.
Pero lo esen ·a; e el 'aust@ e
la
obra, a tru,e–
que de la p re a ·Jlleal. .. Pepas lucientes
y
pesa~
das daba el lli.u ueyapu parra :fundh•
ofr~das
y
tu~
ríbulos; arge to, en azu1oso rosicler, volcaba la
montaña, PJL-r ta.pÍZar el cedro de los
'a
tares; y
eran las s1erras vecinas, generosas con -sus
peder~
nales, para dar bloqu@ a la herramienta del escul–
tor
y
mil brazos de "mitayos" amasaban la cal que
eternizaría los sillares de la casa de Dios ...
Y así, bajo el peso de su ejecutoria, va pasando
los siglos la iglesia máxima de La Paz. Pero el arte
helénico, que no ha abatido su reinado en Améri–
ca, le prepara la sorpresa de un resurgimiento
aplastador. 'l'reinta años hace que el cincel lapi–
dario trabaja en
~a
Paz la g-ran catedral, del más
noble corintio, nota de r enovación que anticipa la
agonía del templo viejo.
Y así va todo en esta melancólica ciudad de La
·Paz. La edificación moderna arrasa con el arcais-