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vando, con amnr, el añorado juramento a su rey y

a su dama. Su culto, amoroso hasta ser ferviente;

gentilicio basta ser romancesco, está en esa perpe–

tuación de las cosas que atan al pretérito como un

hilo mágico donde se afianzó la idealidad de una

raza. Nova, pero no inventa. Reproduce, pero no

plagia. Vive de sus glorias, en su .Yuste, después

de haber sentido sobre su óvalo de oro, el peso de

la corona de Carlos

V.

¡Y no le toqueis las facha–

das de sus templos, ni el churrigueresco de sus al–

tares, ni sus ealles tortuosas, ni sus campanas polí–

fonas, ni el fontanar de sus recovas! Sobre la

mampostería de sus monumentos, podrá la brocha

rejuvenecer, con colores alegres, el tono seco de la

colonia; pero

¡

cuidado con profanar una moldura.

corregir el mal la

'n

de un letrero, reGtificar una

ventana o destroza · l lambrequín de un escudo!

Y no se tome a

al e te espírittu c<mservante,

aferrado a su se u.c-tora.

magnífica originalidad.

E1 Potosí

de

ho tuvo a fines deJ siglo

XV:,J,

no

mucho menos de doscientas mil almas, nota demo–

gráfica que le acreditó "gran ciudad" en su en–

cumbrada ejecutoria.

iY

si el

destronqu~

de las la–

gunas, echó a menos la urbe rumbosa, como un tur–

bión opuesto a la opulencia desalmada, las treinta

mil de hoy se oponen, como hijos leales de la ''Vi–

lla Noble y

Fidelísima~',

a la crudeza del tiempo

que pasa haciendo estragos por el viejo solar. Por

eso, si se edifica, - y se edifica bien, - sobre los

muros del pasado, se alzará la mansión con su por–

tal antiguo, su reja atrevida, su balconada de vi–

traJes, sus goterones al arroyo y su tejado chillón;

y si es pobre la casa, con su ventanejo displicente

y su angosto zaguán. Pero todas con el patio an-