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español, los bronquios del cerro, ha florecido nue–
vamente en las vetas de estaño; los socavone de
Oruro, que vaciaron las venas argentifera , hoy
cosechan sobre
y
wolfram
y
antimonio, mientras
Colquechaca adormece los te oros del mundo en
su vientre prolífico, a donde bajarán las genera–
ciones futuras, con el dragón de las maquinarias
y
la piqueta tenaz ...
Y la llama, precursora del tren, continúa como
el transporte secular, a través de los campos
a.t'l–
dos , salvando desfiladeros, con la agilidad del cor–
zo y la pruedencia de la mu1a, desuzándo e por
los faldones acantillados
y
ganando el crestón de
las sie.rras, sin qu
la mata de pasto avive su co–
dicia, mientra
pesa sobre sus lomos el saco de
metal, el a bor
e coQa, la cebolla; la fruta o el
maíz.
Sin duda alguna, se haí operado en este inapre–
ciable ru
·a or una degeneración que data del
tiempo d
la
nq i ta. Las llamas de la colonia
cargaban pesos de cuatro a seis arrobas en cami–
nos de largos días. .Ahora sólo resisten cincuenta
libras en jornadas de ocho a nueve leguas. Su ser–
vidumbre comienza a los tres años y termina, ge–
neralmente, a los doce. Parece que la naturaleza
del terreno influenciara en la complexión de este
cuadrúpedo. La llama del altiplano es más fuerte
que la del valle. ¡Y es raro
!
A los pastos jugosos
de las vegas, prefiere la paja de la altura, el
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iru' •
del altiplano o la '' cicuya'' de las grietas. .P'rocrea
más en los cerros que en la llanura;
y
más que por
los cerros, siente amor por los faldones de los gran–
des nevados. Montaña familiar es el Sorata; y más