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cinco pies de altura, más delgada que un borrico,

rabicorta, suelta

y

crecida de piernas, pronuncia–

da de abdómen, elegante en conjunto. Su pescuezo

de camello, remata en una cabeza larga de carnero

de Castilla. De ahí su mote de ''carnero de la tie–

rra", recogido por el padre Bernabé Cobo. Mira

con curiosidad y con desenfado cuanto pasa a su

alrededor, estirando su cuello a través de los cer–

cados. Su andar es airoso. Cuando trota, su pes–

cuezo parece desgoznado del resto del cuerpo.

Ru–

mia. Es dócil. Es sufrida. Es buena .. .

Su carne tiene el sabor de la de vaca, aunque

algo más desabrida; pero sus corderos son bocado

exquisito. Sin embargo, poco se benefician las re–

ses, pues el incentivo usufructuario, está en los

usos del tráfico en la lana., ''más blanda

y

suave

de labrar que

el

ado ovejuno'', como reco–

nocen las eró

i

s de la conquista. A la ropa bur–

da que manufactur a mujer del Harnero, se le

denomina '' h vasca'' · a la fina ' ' cumbi' ', dura–

ble

y

delica a lencería, labrada a dos haces, de

una sola pieza, sin que se pueda advertir cabos

ni punta de hilos. E's fama que los monarcas del

Perú

y

los gentiles del feudo de C'apachica, en la

margen del Titicaca, sostuvieron maestros tejedo–

res para el lujo de sn&i vituallas y reposteros. Pa–

ra la coloración de estas piezas, producto de los

telares de familia, se valían los indios de arbustos

y

raíces tintoreras, dejados· de uso, hoy, por la fa–

cHidad de la anilina barata y chillona.

Hay llamas de color pardo, blancas, negras,

overas, terrosas.

De

una mansedumbre apostólica,

se sienten domésticas desde el primer día que cayó

sobre sus lomos el saco de mineral o el bastimento