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y
de tono ecarlata, amarillo o azul. Necesitó, bien
pronto, el abrigo de la cabeza ;
y
como
no podía
ser la burda birretina del aymara, recurrió al som–
brero de fieltro o de esparto, redondo
y
de alas
recogidas,
y
que tomó -
¿por qué dudarlo
1
-
de los esbirros de Mariana de Austria, la famosa
guardia imperial del "Hechizado".
.Como la manola, ama las flores; pero las gusta
en el jardín, no en u traje; en la alegría de su pa–
tio o su ventana, no en sus cabellos ni en la ago–
nía del jarrón. Gasta, en cambio, el lujo ornamen–
ticio de las joyas, las gruesas "caravanas" de oro
nativo, celadas con primor; "topos"
y
caprichosos
colgantes, el collar
y
los aros de perlas o '' huai–
r ros" ... Y así, enjoyecida, asi te a la fiesta san–
to
l a lá juerga de carnestolendas, al romeraje
del barri
y
a los toros, como pudiera hacerlo una
manola de verdad.
Es
b-ilingüe. R.asultado
de
la conjunción de dos
razas, habla su aymara, en el altiplano
y
su que–
chua, en Potosí; pero sin descuidar la fabla glo–
riosa de sus conquistadores. A veces me he queda–
do confuso ante sus enmohecidos arcaísmos. ''Pro–
cure en la almona vecina'> -
me guiaba una cho–
la tendera, para indicarme que en el vecino al–
macén podía adquirir ciertas baratijas.
En un taller de platería, de las afueras de Poto–
sí, a donde acudo para comprar monedas antiguas,
me llama la atención un niño que machaca, sobre
la bigorneta, un monís de plata, con toda la gra–
vedad de un hábil menestral.
·-E:xperto el niño -
aseguro.
-¡
Si está chafallando, pues
! . . . -
me informa
la chola que teje junto al hogar.