LA LLAMA
(Capítulo de "Bolivia").
El altiplano tiene un indio
y
el indio una pro–
videncia: la llama. Se complementan, se unifican,
se prolongan... La llama es el indio de los cam–
pos; el indio, la llama de las ciudades, con perdón
de la piedad paradógica para su esclavitud secu–
lar. Se dijera qu un
peramento aomún rige
sus destinos, que na ex aña convivencia, perdi–
da en la noche de lo
t ·
empos, acerca la bestia al
hombre. La tradición de la meseta, trae hasta nos–
otros, en sus te , racot-as pre-incaicas, el fetiche dú–
plice: el indio ecuestre, caballero sobre la llama
dócil, flexible, lánguida. . . Pero, no cabe el agüe–
rismo teogónico que suponga entre estos dos seres
la unidad el centauro. Antes de los cataclismos
geológicos del continente, el indio fué el domina–
dor
y
caballero de la llama; pero, cuando tuvo
que ganar el páramo de la meseta
y
las cumbres
peladas,
y
miró a su alrededor la soledad de la
estepa, sólo encontró la llama fiel, que venía a
brindarle su vellón
y
su carne
y
su leña
y
su abri–
go, bajo la mensedumbre femenil de su lánguido
mirar ...
Y fué una piedad instintiva la que acercó el
hombre a la bestia. E[ hombre, entonces, le prestó