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monía estrófica

y

los recur os de la tónica mu–

~ical.

D-esde los C'ronistas de India , no

hay

inve ti–

gador que pueda presentarnos el modelo de una

composición genuinamente aborigen. La transfor–

mación de este arte elemental se operó simultá–

nea1nente con la conquista, constituyendo elemento

de primera fuerza en el si tema de los misioneros

para atraer

y

persuadir. Fué, puede decirse,

el

procedimiento humanizante, que atemperó· el so–

juzgamiento por las armas. Tarde se aperciben l os

n arradores de la época, que debían a la posteridad

l a

e

d

!'ecoger el modelo aborigen;

y

cuando

. arcilaso

y

el p d e

N

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los prime-

1J-nt

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a

~día

se marca con

ca ae-te-res más fi-rmes la influencia decisiva de los

conquistadores. Viene luego el entrevero de las ra–

zas autóctonas. Quechuas

y

aymaras, ensamblan

sus lenguas para entenderse en el laboreo de los

minerales y en la triste esclavitud de la mita, de–

fendiendo el acervo de la corona. Eil verso es el

.recurso supremo que opera la sumisión p a_cífica,

que acerca el indio a la labor

y

a la fe cristiana.

E[ villancico religioso; el ofrendarlo a Ceres, en

el holgorio de las barbecheras

y

la

recolección,

arreglados

al

órgano polífono y al instrumento pas–

toril, civilizado ya, reclaman una nueva extructu–

ra para el verso, una musicalidad desconocida has–

ta entonces por la ingenuidad de sus "llaqui-arus",