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123-

caballeros que atacan el corregimiento incendian–

do la casa de Sotomayor.

Y se publica la guerra formal, sin tregua ni

cuartel. Los vascongados acampan en la plaza de

Huaina; los vicuñas, en la ladera próxima de un

cerro. Y allí en la soledad de las montañas se li–

bra la primer batalla campal de bravos contor–

nos, con que puede enorgullecerse nuestra histo–

ria, por el noble gesto de libertad que caracteri–

zó el ideal de la jornada. Don, Pedro M€ndez, ca–

pitán vicuña, narra con visión objetiva y franca

elocuencia, los preliminares y

accidentes de

la

lucha.

"Principió la batalla -

dice Méndez -

a las

diez de la

añana, cuando moviendo los vicuñas

su campo, s nusieron a tiro de aJJcabuz de los vas–

congados, y algo dé pués de haberse hablado los

capitanes por medio de sus ayudantes, que iban

de un campo a o ro_, con ánimo de ajustar medios

de paz, qU<

o

udo conseguirse, por lo que cada

uno pedía. Viendo entonces que todo era perder

tiempo, mandó Oyanume tocar los clarines, a pe–

sar de favorecerlo poco el teiTeno donde los su–

yos se habían de mover. Los vicuñas, que entendie–

ron la seña, arremetieron los primeros, empezando

por el cuerno derecho de la media luna en que

estaba formado su ejército, embistiéndose ambas

caballerías de tal manera que jamás se vió en Po–

tosí ni en todo el Perú encuentro ni braveza se–

mejante, porque de una y de otra parte peleaban

el valor y la nobleza.

''Heridos ya casi todos los caudillos y capita–

nes

y

convertido a poco el combate en batallas

singulares, pronto la confusión entró en los dos