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<>on una letra que decía:
'~yo
le guardo". Entró
tan brioso, que a todos dió gusto y a sus contra–
rios temor.
'' Acom.pañáhanle doce alabarderos, todos bien
armados
y1
sobre las armas, unas vestiduras de te–
la nácar, los sombreros de vicuña y los plumajes
rojos; y venían seis por cada venida.
D~eron
vue–
ta a la plaza y llegaron a los miradores del co–
rregidor y cabildo ; jnclinóse ante ellos el gallar–
do Ibáñez
y
pidió licencia para lancear al bravo
toro. Diéronsela,
y
picando el caballo partió co–
mo una saeta; paróse en medio de la plaza
y
aguardó
al
fiero toro, el cual llegó después de
haber volteado dos alabarderos, saliéndole al en–
cuentro el valeroso 1lbáñez con determinación de
derribar o üe a primera lanzada; pero, aun antes
qrue la p i s;e a pUnto de acierto, llegó el toro con
tal presteza C!¡Ue no tuvo más tiempo que picar con
gran fue:r:z:
caballo, de s.uerte que lo hizo dar
un sa:lto en el ajre. Con esta diligencia pudo des–
vi_arse un tantico) que a no hacerlo así, lo hubiera
herido; más con todo eso fué tan a raíz del estri–
bo derecho el cuerno del toro, que llegó a la cin–
cha y sin herir el caballo la rompió
y
quedó en
dos pedazos. Viendo el fuerte mozo malogrado
Sl]
intento, no haciendo caso de ver descinchada la
silla, revolvió furioso
al
caballo porque segunda
vez le acometió el toro; y aun que todos le dieron
voces dejase la peligrosa suerte, no hizo caso; an–
tes detuvo el caballo
y
esperó al toro, que desde
trecho largo venía con la cabeza baja para ejecu–
tar su golpe; pero Alonso le dió tan fiera lanza–
da en la nuca que le derribó en el suelo,
y
al mis–
mo tiempo cayó el mozo con la silla sin soltar la