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rienda. Pasóse un momento
y
revolviendo con
li–
gereza, saltó en el caballo
y
corrió hacia los
mi–
radores del corregidor
y
cabildo, dejando la silla
en el suelo
y
al
bravo toro muerto.
H~zo
su aca–
tamiento
al
corregidor
y
todos queda:r:on admira–
dos de su buena suerte. Trajéronle otro caballo,
y
dando vuelta a la plaza, se salió de ella deján–
dola muy alegre, prosiguiendo el divertimiento en
ver los bravos toros.
'<.Aquella noche pusieron fuego algunos vicuñas
al
tablado que tenían hecho los vascongados y na–
varros, los cuales, secundados, fueron contra una
cuadrilla de vicuñas que estaba en la plaza; ri–
ñeron muy bien con las espadas y mataron dos
vi–
cuñas y un vizcaíno, a quien, al siguiente día ha-
llaron sin cabeza.
-
'
,.,El segundo
ía d
·estas, después de haber co–
rrido algunos
OJ.'OS,
e_ntraron gallardamente ves–
tidos en la plaza, de seis en seis, los andaluces,
castellanos, portuO'ueJ es
y
extremeños, a jugar al–
cancías.
''Al tercer día, después de corridos otros toros,
!fué el juego de cañas. .Precedieron a éste, la en–
trada de cincuenta indios ricamente ataviados a
su usanza, llevando una inmensa fuente de plata
llena de colación para obsequiar a las autorida–
des
y
a las damas. Seguíanles dos negros ataba–
leros, vestidos de raso verde y encarnado, mon–
tando briosas mulas; cien arcabuceros con vesti–
dos de paño de Londres guarnecidos de oro; y
por fin, las apuestas cuadrillas capitaneadas por
Alonso, quien llevaba pendoncillo rojo en su dora–
da lanza, y pintada en la adarga una espada en–
sangrentada, de cuya punta destilaban gotas de