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FERNAl\TDO CHAVES
De tiempo en tiempo se escuchan lejanos ladridos que
llegan débiles, a veces: otras. aumentados por los ecos
de las sinuosidades del peñascal.
Pasada la media noche, la puerta de carrizos mal uni–
.dos se abre sigilosamente. Con infinitas precauciones es
forzada a dar paso al cuerpo de Gregario.
Juan y Ramón dormían sin sobresaltos. No lo sin–
tieron. Gregario se acercó a los dos y con cuidado ex–
tremo principió a despertarlos. Juan se incorpora prime–
ro. Va a dar un grito de alarma que sofoca obligado por
la voz queda y vibrante ·del dueño ele casa:
-¡Upallay!
Luego despierta Ramón fastidiado. Gregario pare–
ce tener algo muy importante por decir, pero no se atre–
ve. Guarda un silencio dificultoso. Su respiración es
entrecortada, jadeante. Continuamente lleva las manos a
las sienes
y
con el filo del poncho seca las gotas de sudor
que caen abundantes por
~u
frente estrecha.
Los otros dos indios perma1iecen asombrados. Los
fríos les atacan insistentes. Oscilan sus cuerpos delgados
y chocan sus dientes a menudo con ruido siniestro.
Gregario comienza a hablar muy despacio. Su voz
imita un soplo. Sus compañeros apenas le oyen aguz<J,n
do sus sentidos. En las tinieblas. sus ojos agrandados
por la sorpresa resplandecen como los de los gatos.
-Si niño en Rama duerme con mi ja, yo he de matar
al
niño.
Sus palabras no dejan notar la más mínima vacila–
ción. Ha tomado esa resolución _después ele n1editarla
mucho. Habla con aplomo
y
eguridacl increíbles.