PLATA Y BROXCE
za.
Regresa temblando. A fuera sopla un viento hela–
do.
Con gesto de convulso desagrado se acurruca junto
al fogón. No le place aventurarse
en
esa oscuridad
y
con semejante frío por las laderas desoladas _y peligrosas
en busca del hogar.
No dice nada.
Juan se impacienta. De no temer los riesgos ele fue–
ra se marcharía. Resuélvese de súbito y estira sus miem–
br s escuálidos en un prolongado desperezamiento, recoge
el poncho y se manifiesta pronto al viaje.
Ve por última vez. con disimulada nostalgia. las bra-
sas mortecinas. dirígese a Ramón. seco, autoritario.
-\amos.
El llamado se pone de pie.
Se queda mirando a la Teresa. deja rielar en su nu-
racla un ruego. una imploración para que le detenga.
La india atisba a Gregorio consultándole.
Aquel habla.
-No se vayan.
Quedensen
aqui.
Los indios son hospitalarios entre ellos.
Con el blan–
co. desconfiado
hasta el extremo.
o les falta razón.
Son tantas las villanías
y
las iniquidades que con ellos
~e
cometen ....
Teresa da a los huéspedes unos cuantos cueros y una
manta para que se cubran.
Sus ponchos también les ser–
vtran.
Con muy poco se sati facen ellos ....
Gregorio y Teresa
se
acostarán en el cuarto de la
choza.
Los otros dos afuera. A la intemperie.
Su or–
gani mo resiste victorioso todas la
injusticias.
Las na–
turales
y
las humanas.
A
P<?CO
rato. los del cuarto
y
los del corredor roncan
beatíficamente.
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