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C IIAYF.S
ñacl or. por
una~
cadenas fortísimas que son• los brazos mo–
renos
y
ásperos de la Manuela.
H ugo se puso serio, pensativo.
;..Jo reía como imaginó Raúl. El carácter antiguo de
aquel, {estivo y despreocupado. exigía Yislumhrar algo
muy gTave detrás d e esa conf.esión romántica.
' unca hab),) el e semejante manera .... .
-Qué me dices ?-interrogó Raúl.
-"N
ael a. querido primo, por ahora.. Ya hablare-
mos . . . . exclamó Hugo, parodiando a su pariente .
.\mhos quedaron abismados en ·sus pensamientos.
-\ ·amos a pasear por el parque-insinuó el dueño.
Sa~ ieron .
Por las calles enarenadas ele los jardin .:·s di st rajeron su
preocupación mirando las rosa de la colección que poseía
la hac i<> nda.
Caía la tarde. l'na tarde andina. una agonía esplen–
dorosa del sol en los picachos
cb
las cordi111eras seculares .
La imprecisa sinfonía pastoral extrañamente ecoica. se iba
apagando ....
Hacia el norte, en un hori zonte de ,-idrio. se destaca–
ban nítidas las cumbre. el :·! Chq es
y
el Cumbal. leYemente
escarchadas de crema po r los moribundos rayos solares.
El ur era un enorme incendio. Hoguera · desmesura–
das. titánicas, lo hí sp idos torreone del nudo ele -:\'lojanda.
Esas
nub ~·s
de llama palidecían. .-\ sus reflej o. cár–
denos sucedi-eron sutil es resplandores rosados que se .tor–
naban lilas, quedando lívido hasta llegar al blanco ané–
mico.
Y toda esa npulencia de colores en un fondo azul tur-
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