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FEUNA~DO
CHAVES
guar, en una nube de dorado poh·o. se alejó fantástico,_co–
mo un jinete de ensueilo hacia los campo áureo que relum–
braban bajo el sol ardoro o de la diez, prometiendo una
espléndida cosecha.
Hugo quedó solo entregado a sus pensamientos.
Que pasaba por el alma de e ·e Raúl misterioso, tan
locuaz y juguetón antes, y hoy tan callado y taciturno?
•\ lguna dolencia se ocultaba dentro de ese juvenil es–
píritu que él conoció y creyó todavía frívolo y alocado, y
encontraba austero, con la capa externa de tranquilidad que
dan al semblante las grandes tempestades interiores.
Más, ni el paisaje encantador sobre toda ponderación,
ni el ánimo burlón y vivaz de Hugo consentían estar tris–
te y pensativo mucho rato_
Se apoyó en el barandal del corredor a mirar al sir–
viente que desensillaba los brutos sudorosos que allí los
llevaron desP,t!és de- largo gaiopar.
El cholo. musculoso
y
ágil, se deslizaba entre los ca–
ballos como un mono
y
en un santiamén les libró de los
arneses. y luego, con su voz ronca y potente y como absor-·
hiendo el aire, produjo tm sonido que impulsó a las bestias
h¡cia la pesebrera entre brincos y revuelcos de contento
y descanso.
Los lomos humedecidos de los caballos cubríanse de
. la tierra amarilla del patio en el que elevaban densas co–
lumnas de polvo al arrastrar sus cuerpos fornidos·.
La casa de la hacienda estaba. en uno como terraplén
al fondo de unos collados_
A esa hora el sol la miniaba por completo.
Las tejas
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