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FERI\"A:\"DO CHAYE'
Crecía su furor contra el inoportuno visitante.
l\[ancló los caballos solicitados únicamente p
obe-
decer a sus padres; pero se preparó a dispen ·ar la
mas
gla–
cial acogida a su mismo primo Hugo.
Esperó consumido por la impaciencia. que el huésped
llegase.
\1 fin llegó. A las nueve ele la mañana de un día
de
trabajo en la hacienda; su primo Rugo, solo. El alegre
muchacho compañero
ele sus zambras ele
antaño con
las
gentes
de la vida
ele la capital.
Con él quizá no había objeto de pr)rt
seno. Tal
vez no fu era un obstáculo.
Y
aunque se comnrttese en
una furia nada habría conseguido; porque ape
le vió Hu–
go, echó pie a tierra y Yoló a los brazos de
R
'1
que no
tuvo
má ·
que abrirlos cariñosos.
Ilugo no se anclaba
en
requilorios.
Con su habitual
franqueza ciaba uno y otro abrazo a Raúl.
-Estás ele truíclo.
Te encuentro pálido. y me
ecían
que te con vertiste en un verdadero
chagra
de anchas espal–
das
y
rojiza faz.
Claro. más alto. quizás te ptisiste más
ancho. pero ahora has enflaquecido. Qué es lo que te pa–
sa? En tu casa se inquietan por tu largo silencio.
Pri–
mo de mi Yida, dí qué tienes?
Raúl se dejaba abrazar. No contestó nada encastilla–
do en su silencio.
-Hombre, tú nunca fuiste así. Oh, al contrario.
Guapamente hablabas
y.
reías a mandíbula batiente, cuan–
do
en
casa de la ....
-Bah. calla.
Es eso tan lejano.
-Lejano
y
todo, tú eras feliz y zumbón,
y
hoy creo
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