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FERNAJ\'DO CHAYES

respetuosament ~ .

Habían añadido un laYaba. con ernc1o

completo, velador, mesa, sillas.

Por fortuna el cuarto del

patrón era tan grande.

-Dispensará

110

más, niño Huguito, si'labeó la anciana

afectuosa y sumisa.

El niño Raúl acaso consiente que le

arr.eglen ei cuarto. No deja tocar nada sino cuando él e -

tá ordenando. Sobre todo, ·esos papeles no

almite

que le to–

quen, y señalaba con el índice magro y oscuro el revuelto

estant:: de los libros.

Hugo guardó silencio: se quedó pensativo. Su espíri–

tu observador no acertaba a ama·lgamar la seriedad ele

su

primo con la algarabía que reinaba en su cuarto.

• que!

hombre adusto, d e entrecejo fruncido, cómo podía vivir en

ese desean icrto de guarida ele bohemio trashumante?

Así, sus inquietudes crecían. Hubiera dado

]<,

mitad

de su vida caduca por saborear

d

secreto de Raúl.

Pero era un hombre que sabía poner sobre to.

~o .,

·;u ·

sentimientos la capa del sosegado aceite de su

r.efl~xi<.Jn.

Pensó que su febril impaciencia ·le delataría

y

que R'.' úl

lejos ele con fiarle su enigma Jo ocultaría con mayor celo

y

empezó a acostumbrarse a fingir tranquilidad para el minu–

to 1ecisivo

y

se tumbó sobre su cama.

.

Realmente cansado, sólo la alegría de ver a su parien–

te-, el gusto de conocer la hacienda. !.e engañaron sobre su

verdadero estado.

Deshecho por el galopar ininterrumpido ele largas ho–

ras, su cuerpo enclenque. habituado a ta molicie

y

a I·as afe–

minadas diversiones d el Club, se resentía con esos ejerci–

<:IOs

hípicos muy largos

y

muy fuertes.

Se extendió en la

-t8