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PLA'.rA Y BRONCE
para el galán extinto.
maría su recuerdo.
Su desapa–
rición le magnificaba con aureola sentimental. Redimido
de su procacidad. de su la civia. ·la joven contemplaba a
Hugo exclusiYamente como su defensor caballeresco, como
a un leal justador que apareció en la ason1acla para abroque–
lada contra las pezuflas de la bestia mutltitudinaria y acé–
falr,.
Le aterró el asesinato.
Cuando supo quiénes eran los criminales y los móviles
del atentado. entonces se abrió paso :en su espíritu ele mu–
jer fuerte
y
n~lta
el deseo de la explicación que se busca
siempre
el<!
los hechos desconocidos.
Aquellos indios canijos, aquellos s1ervos tímidos no
podían ser criminales por la fuerza de su organizacwu ce–
rebral. No. Cometieron el crimen excitados por la ofen–
sa. impelidos por una pasiÓ!l poderosa
y
turbadora:
la
,·enganza.
Y
ya de allí la muchacha pudo arribar fácil–
mente al pensar humanitario.
¿.Por
qué-se dijo--'ese joven.
refiriéndose a Raúl,
abusó de la india bella e indefensa? ¿Por qué el blanco ha
qe
ser el eterno explotador? Esas presiones ciegas, de si–
glos ejercidas sobre montones de hombres, originan, a la
postre. esta-; catástrofes repentinas.
El hacendado no
pen~etró
en el corazón de la india ter–
ca y huraña y sin embargo la dominó.
Poseyó el blanco a
la ·longa por la violencia, con la bestialidad antigua.
El
abismo de las razas aún no ha sido salvado con ·el puente
de la compren ión.
Faltan siglos para que esa obra se
realice.
¿
Por qué esos Jovenes, obedeciendo a la voz de su
sensualidad. obstruyen el camino de
~sa
raza hacia la civi-
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