FERNANDO
CHAVE~
sin nwrder la p¡-e a anhelada,
e retiraron los aldeanos
mirando ele reojo a los sefwritPs entrometidos_
-l:lame al seii o r Raúl- mandó el sacerdote a un sa–
cristán.
Raúl recibió el ¡-ecétdo.
y
si n deponer su airado conti–
nent-~.
fu -= a la casa parroquial.
Zalamero. atento. con gen u flexione
interminables,
le rec ibió el cura.
-Mi querido Don Raúl. pase.
Por aquí.
¿Cómo
ha estado? Tanto tiempo que no se le .ha
visto en
el
pueblo.
-Salgo poco.
·eñor.
Estoy ·a sus órdenes.
R·ec ibí
i.mainvitación suya.
¿Desea ría saber para qué es? ..
Las \·iejas \·eían con encono al joven.
También el
rubi o hacendado acudió a la defensa de la herética. de Ce–
lina .. .. .
Y
después la insol.encia-según ellas-con que
t¡-ataha al
eñor cura. era tan criticable.
Pero no chis–
taban.
Les inspiraba miedo el joYen rico y noble.
El
puebl o entero no podía pelear con el dueño de "Rosaleda''_
l\Iedrosas.
las
santurronas calculadoras,
escrutaban de
soslayo las botas altas y lustrosas de Raúl. quien taconea–
ba el suelo con notoria impaciencia, y el emblante pálido
e· impasible del aristócrata cuyos ojos e clavaban inquisi–
tivos en Don Sicionio. el cura.
-~o
es para nada grave. Don Raulito. qne le mandé
molestar.
Le ruego me disculpe.
Es para averiguarle
s i usted quizá sabe la causa por la que han atacado los del
imeblo la casa de la maestra de
escuela_
¡Qué mal
hecho! .....
-¿Puedo yo saberlo. señor cura ?-En el acento de
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