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PLATA Y BRONCE

envidiosamente a Jos indios que siquiera tocan al animal

muerto.

-Por aquí hay muchos conejos. Búsquelos, patrón.

-Regreso en seguida.

Hugo llama a un indio; le ordena que le acompañe con

un perro y

a:

través de los pajonales desaparece humillado,

corrido. Su ineficacia le avergüenza. Quiso demostrar–

le al cholo su pericia y no consiguió sino poner de relieve

su falta ele habilidad. Se desquitará con los conejos, caza

menor que caerá ante sus cartuchos de munición. Va pen–

sando en hacer un tremendo estrago en ellos . No

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os ha–

lla, porque la hora es inadecuada y retorna cansado, colé–

rico al campamento ele la encañada. Cree que Antonio se

ha burlado de él

y

le regaña.

-Patrón. de repente ca si salen los conejo a estas

hora. : ya son las doce.

Buscaráles

tarde.

Aura

venga

almuerce.

Los dos indios han

Hado

el Yenado con cabestros pa–

ra cargarle sobre la mula del mayordomo. Con el cuchi–

llo de monte, el viejo ha vaciado prolijamente el vientre

del esbelto rumiante y ha puesto en lugar de las vísceras

manojos de paja y de una hierba recogida por los indios

qt!e despide un olor áspero semejante al del ácido fénico.

Sobre el poncho del mayordomo se alinea el frugal

condumio. Carne fría, pan, queso. Humea sobre el in–

fiernillo una vasija cerrada ele aluminio llena de agua que

servirá para el café. , Lo ofrece hirviente al patrón que

lo toma a pequeños sorbos, como único refrigerio. La

lección ele montería qu e: le propinara el Antonio le ha q

ti–

tado el apetito.