Il'ERNANDO UHAYES
Tres indios, ojeaclores-antigttcis, había clespachad.o
el mayordomo con antelación ele horas para que buscaran
el rastro ele los venados. Ellos lo encontraron ; sentóse
uno a vigilarlo y los otros dos corrieron a avisar a los
amos.
-Amarrá
los perros-ordenó Antonio a uno ele los in–
dios. El mismo les amagó con el látigo para que se man–
tuvieran sin ladrar.
Ascendieron a la parte más alta del páramo. Entre
dos moles cenicientas se tajaba una brecha por la que ser–
peaba el camino. Es la "Puerta ele los Vientos''.
De
allí se dominan
~los
valles fertilísimos de Imbabura ver–
deando en lontananza. Hacia el occidente, la región de
Intag, tierra ele promesa, con sus quiebras laborales. y en
el
confín, una planicie extensa, ele un verde esmeralda que
se confunde con el azul del cielo en una línea ondulada y
remota.
-Vamos por la derecha.
Enderezó por una vereda el mayordomo.
trás. Los indios, a retaguardia, conversando
mente en quichua.
-Aquí se va a quedar, patroncito.
Hngo, de–
animada-
Habían arribado al borde altísimo de una encañada
profunda como una taza de verdor.
-Deje él caballo.
Cogé
la rienda, Marcelo--dijo a
uno de los indios.
Se apeó H ugo.
-Tras de esa lomita ha de
aguaitar.
Adentro en
la
quebrada que
~1ue
a esta cuchilla está
el
venado.
Pro–
cure no hacer n'tido ni se deje ver porque si le ve no hemos