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Fl~H::\A:'\DO

CHAYE&

carrera por el recuesto a cortar la retirada del animal he–

ri<io

y

citando le ven caer se acercan !adrándole vigorosa–

.mcnte. El más audaz _va está contiguo, pero una fulmí–

nea patada le despelleja e1 hombro que sangra en abundan–

cia. El casco del venado es raso

y

afilado como un cuchi–

llo .

y

al extremo

el ~

una pata robusta. sería arma terrible

si su dueíw tuviera valor para emplearla s:empre.

Otro perro. el "Gringo..-ese nombre le ha puesto

el

mayo rdomo porque tiene los ojos azÍ.tles-se abalanza al

cuello del caído y lo muerde furiosamente. Pretende le–

vantarse el moribundo, pero el peso del can le abruma

y

se

tiende dócil en la agonía.

El viejo baja ya por la pendiente. Hugo le imita con

toda la velocidad que le permite el frío que aún agarrota

sus miembros .

Ya están abajo. Examinan la pieza derribada. "Cn

magnífico ejemplar que pesará lo menos setenta kilos.

La cornamenta ramosa del animal ostenta siete pro–

longaciones retorcidas. Los belfos blanquecinos y espu–

mosos quedaron colgantes después de la crispación de la

agonía. Vidriosos los ojos. ele un color café Yercloso, pa–

rece que hubieran llorado.

Los indios sopesan a ojo el cuerpo del cuadrúpedo en–

tre murmullos ele admiraeiún.

-Es viej.o y muy grande-pronuncian en su lengua

nativa, dilatando los ojos y acariciando la piel lustrosa de

la bestia asesinada.

Aún ladran los perros que se azotan los flancos y re–

lamen los hocicos como añorando el festín que se habrían

<lado ele ser de ellos la presa. Recostados a un lado miran