PLATA Y BRONCE
do tras ellos de saber que su cima ocultaba tan avinagrado
jugo de melancolía.
-Le avisé patrón ..... La longa e tá llorando. Pa–
rece que no ha de venir porque por más que le dije que
su mercé le llamaba no me dijo nada .. .... Qué tan le ha-
brá pasado .. . . -desembuchó el rapaz, respirando apenas,
de puro asombro
y
plantado eq medio aposento.
-¿Dónde está la longa?
-Cerca del troje grande. niño. Tuve que anclar har-
to para topar con ella.
-Ahora ya no le busques más. Vete a dar agua a
m1 potro negro que está en la pesel)rera. Toma.
Cogió
el pillete la moneda que el amo le obsequiaba.
-Gracias, niñito-balhució complacido y desapareció
cantando una tonada ininteligible.
* *
*
Raúl se levantó. Dió la vuelta a la casa tomando ha–
cia una edificación antigua que se erigía a la izquierda de
aquella. Allí eran las trojes. Junto a ellas se estrechaba
un patizuelo con puerta al parque ele la hacienda.
En una piedra del borde del patio, la Manuela senta-
da, con la cara entre las manos. sollozaba. Fue a ella.
-No llores, Manuela.
La india se sobresaltó. No esperaba al blanco.
-Ancla niño. Han ele ver conmigo.
Por toda respuesta Raúl se seBtÓ cerca de ella.
-Andate patrón, no te quedís aquí.
lTii
taita me ha de
pegar.
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