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EP[LOGO

de lengua quechua, mediante la escueta calificación de "andina" es del

todo insuficiente, y hasta errónea, pues hace suponer que se desarrollara

in situ,

cuando

fué

en cambio perfectamente antagónica y "de penetra–

ción". Cuarto: no solamente no está demostrado que los residuos Arawa–

cos de la costa del Perú (Uru-Pukina) llegaron allí de la llanura amazó–

nica, sino que varios elementos artísticos, técnicos y fisonómicos hacen

suponer que en esa costa pudo tener dicha corriente una de sus entradas al

continente (véase el clan Uru de Rapa-nui).

Suponer en la Amazonia una altísima civilización autóctona, se–

guida por un embrutecimiento, no hace adelantar en nada la solución

del problema americano en general, ni del peruano-yunca-muisca en par–

ticular, como no se ha adelantado con la suposición de un Tiahuanaco

hiperbólico y después bestializado. Sin duda, algunos sectores del vastísi–

mo territorio amazónico, como lo demuestra la cerámica, han desempeña–

do un papel de

reserva

para los elementos de cultura y de relativa especia–

lización para las formas artísticas, principalmente de la industria figulina

(XXXII, ,

5

60- 1),

y a su vez, de estación y etapa para unos grupos hu–

manos cuya influencia pudo acaso llevar, de retorno. el patrimonio origi–

nal,

ligerame~

e modificado po ais amiento, hasta los lúgames de don–

de primivivamente b bfo proce ido. Lo que a este propósíto me interesa

en grado sumo es el be bo de que las volutas- orna,mentales de Marajó

y los característicos pe sonajes de erracota co

grande~

brazos apo–

yados so re la odilla, ás qu íos irac1on, tienen sus fieles

modelos

en

las islas Ma u esás

rupos del océano.

LAS SOCIEDADES DE LA PROTOHISTORIA AMERICANA.

La frase:

reaccionemos en americanismo contra el espejismo occiden–

tal,

es, sin duda, una linda fórmula, que refleja coda la sugestión del

"mirage oriental"

de Salomón Reinacb. Sin embargo, no es una frase

completa. Lo que se necesita, en Americanismo, es evitar tanto el occi–

dental, como el oriental. Ningún "espejismo" nos hace falta.

Si ha de formarse una escuela argentina de estudios modernos ame–

ricanos, y si mis fatigas de estimulador e iniciador bao de merecer algún

resultado, es deseable que los jóvenes no se pierdan en la amplitud ili–

mitada del espacio. Base de toda investigación disciplinada en vista de

fines concretos, han de ser algunos propósitos que desde ya pueden con–

siderarse como formulados, y algunas cuestiones de detalle, cuya sucesión

constituye un

" corpus"

orgánico y un acabado programa de trabajo.

Nadie confesaría hoy ser tan pobre de experiencia etnográfica e

hi~tórica,

como para negar las alteraciones por aislamiento y desarrollo,

ni las influencias por contacto y sobreposición, que deben sufrir nece-