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EPfLOGO
rampión, viruela y otras). ya sea por inmunidad natural congemta
(genotípica), ya sea por falta de resistencia adquirida por selección, como
prefiere MÜLLER (XXIII, p. 150). El hecho es que las tres grandes
razas definidas como irreductibles por el antropólogo, la leuco, la xanto
y la melanoderma, puestas en contacto una de la otra, no solamente to–
leran los venenos biológicos recíprocos, sino también son capaces de
prosperar, como es el inquietante caso de los negros de Norteamérica
(XXIV, p. 6 8) . Viceversa, las razas formadas por el cruce de las nom–
bradas, ofrecen como carácter histórico reciente, el piadoso espectáculo
de su desaparición total o parcial, al encontrarse en contacto con el euro–
peo. Esta es la suerte desgraciada de todos los grupos humanos meta–
mórficos, formados en mayor escala por oceánicos y americanos, y no
hay más que recordar, para comprobarlo, el ejemplo de los Tasmanía–
nos, que en 18 7 6 cesaron de existir, y de los Polinesios, que están rápi–
damente desapareciendo, como los Pielesrojas y los Indios de la llanura
y la meseta argentina del sur.
PROCEDENCIA DE LAS CULTURAS.
Las primera
v· ncu acíones que se l;la logrado establecer rigurosa–
mente con las le,ng as
eAmérica, conciernen a dos grupos lingüísticos del
Pacífico, dando lugar a ta primera acción de conjunto, ei;i los tres fren–
tes ofensivos que atacan.,, contemporáneamente la incógnita: lengua, cos–
tumbres, biología.
Ahora! bien, los resultados lingüísticos no pueden interesar sino
a corrientes inmigratorias relativamente recientes. Ya en otro lugar he–
mos insistido en que, como no hay índice cefálico
indoeuropeo,
así tam–
bién la lengua no es
paletnológica.
Por mí cuenta admito, con el Dr.
RIVET, que América es conservadora en cuestión de
idiomas, pues se
han encontrado alteraciones apenas visibles de las lenguas inmigradas,
pero no estoy dispuesto a llevar muy atrás en el tiempo la
~legada
de
una inmigración " lingüística". Desearía que se avaluara ese
lapso en
siglos, no ya en eras. Si la antropología requiere, para dar cabida a la
mestización de los australoides en la meseta de la cordillera, un intervalo
mayor que una era histórica, entonces será · necesario remontarnos más
allá de la experiencia glotológica. Esto no impide que consideremos, en
tal caso, los vestigios lingüísticos del grupo Tshon como relictos de una
ola relativamente reciente, que ha recalcado el mismo camino de otras
más antiguas, de idéntica procedencia, integrando con ellas una inmi–
gración
en serie.
Más claro, en orden a la cronología, es
el
caso del gru–
po Hoka, cuya puerta de entrada en la costa p acífica, extremadamente ex–
tensa (casi 3000 kil.) en comparación con la profundidad, comprueba