ORGANIZACIÓN INCAICA
tienen trato con la bibliografía
del
americanismo, estarán refre–
nando a duras penas el impulso
de repetir
las
famosas palabras
con que el cardenal de Este -
se–
gún se dice -
apostrofó a Micer
Ludovico. La culpa es acaso mía,
por no haber ex puesto con el or–
den que fuera deseable,
la
larga
serie de procedimientos mentales y
de comprobaciones que me han
conducido a formular las afirma–
ciones que preceden. A pesar de
la sorpresa que suscitan, no se
trata de un romance etnográfico.
Aquella que fué acaso una intui–
ción mientras escribía las páginas
de la segunda mitad de esta obra,
es hoy una verdad científicamente
comprobada, -
por lo q ue c n–
cierne al Tahuantiisuyo.-El
con–
tingente humano que org<mizó el
estado fué oceánico,
y
oceánica es
la lengua que habló
y
que-. fué
im–
puesta al pueblo; oceánicos, sus
elemen tos culturales, sus dioses
y
sus armas.
Naturalmente, no se
trata de una migración al estilo de
las sospechadas para explicar el
indoeuropeísmo,
un
pueblo
en
marcha,
o, con la frase de Carlos
Cattaneo, un
banco de arenques.
Fué. más exactamente, una mino–
ría selecta y activa, notablemente
aguerrida y disciplinada. Muy se–
mejantes a
las minorías,
igual–
mente disciplinadas y aguerridas,
de los Etruscos que desembarcaron
un día en los puertos del Tirreno,
los clanes guerreros de Polinesia
impusieron rápidamente su predo–
minio sobre pueblos imprepara-
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