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EPÍLOGO
dos, amorfos y discordes, y, lo que es más importante, valorizaron su
modelo humano.
Personalmente, ya be tenido la mayor satisfacción que podía espe–
rar. La nueva escuela argentina de investigaciones americanas no es
una quimera, si, antes de terminar la corrección de las pruebas, el libro
ba tenido la suerte de despertar impulsos, indicar direcciones
y
sugerir
derroteros. Es lástima que por razones tipográficas no pueda introducir
en el texto mayores noticias respecto al descubrimiento hecho por uno
de mis colaboradores, el señor Enrique Palavecino, sobre la naturaleza
del idioma quechua. Los lectores encontrarán un extracto en las páginas
adicionales de este volumen.
Quien considera la importancia cultural de palabras como las in–
dicadas en los sesenta y cinco números de la sinopsis de PALAVECINO
(ver
Addenda)
no podrá conservar razonablemente muchas dudas so–
bre el origen de los hombres que imprimieron al Perú el movimiento
político, religioso y tecnológico que constituye
la
" edad incaica". Ex –
ponentes esenciales de ese aporte son: la torre-observatorio, como com–
plemento de un recinto fortificado; la organización social a base de la
casta gue
rer~,
con la dign,idad suprema del hombre d,e armas.
Pukara
es un
K lturiwort
po i esio. En el Perú, comprendidos todos los te–
rritorios de la conquista incaica, ese
vocab~o
ii:i.díca altura fortificada ,
lo mismo que en Nueva Zelandia: J;?ero esto no b asta : PALAVECINO ba
puesto de relieve ue
l~
significación y
ÍOJ¡mac~ón
de.
la
palabra
se explica
con raíces e,olínesias.
Igualmente,
nga
es el "hombre de armas" , en
idioma maorí. El jefe administrativo, en quécbua Curaca
(Curaj-ka )
tiene igual nombre en Nueva Zelandia, y, nótese bien, la insignia del
poder, el fleco de plumas coloradas en el
llautu
del Inca,
Kahua,
es de
procedencia polinesia ; los Neo-zelandeses, que hoy visten pantalones y
chalecos europeos, tienen todavía una palabra,
Kahu,
para indicar el
fleco rojo que ha sido ornamento de
la
cabeza en los tiempos antiguos.
Umu,
el hechicero ;
huaca,
la sepultura, el lugar mágico o emanación
del demonio ;
Ra,
el sol (Raimi) : son todas voces polinesias, que ca–
racterizan la organización social, política
r
religiosa del período in–
caico.
Pero no se trata tan solamente de la evidencia aportada por esas
"palabras culturales". Palavecino está comprobando que
la
lengua
de los Incas (Ontiene, análogamente, el treinta por ciento de voca–
blos comunes con el idioma que hablan hoy día los indígenas de Nueva
Zelandia. Otras comparaciones está estableciendo con los idiomas de
otros archipiélagos, como Cook y Hawai. Por lo que ya puede dedu–
cirse de esta comparación lexicológica, resulta establecido
el
lugar que