DOMESTICACIÓN
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o frazadas para proteger el caballo, proyectan en plena edad
mag~ale
niana las costumbres refinadas de nuestros
studs
(
18) .
Ninguna prueba, pues, de que el caballo fuese doméstico en ef pa–
leolítico de Europa, y en cambio muchas de que, constituyendo sus
carnes un alimento apetecido, fué objeto de una persecución tenaz por
parte del hombre. En primer término, hubo cazas en vasta escala. Re–
cuérdese el m agma de la estación de Solutré, cuyo material representa un
cúmulo de h uesos que, según el cálculo de Toussaint, hubo de pertenecer
a no menos de cien mil caballos sacrificados en un sólo lugar, amonto–
nados
in sita
por una sucesión considerable de cazadores del período
solutreano.
Piétrement, en su docta monografía (
19) ,
excluye terminantemen–
te que el hombre paleolítico haya obtenido la carne de caballo con otro
medio que no fuera la caza. Puédese admitir, abandonando la prudencia
de Piétrement, y haciendo las mayores concesiones a los mencionados
intérpretes de los
gr:affiti
del magdaleniano, que el hombre contemporá–
neo del reno (Magdaleniano). llegó acaso a conservar el caballo atado
durante un tiempo más o menos largo, que mediara e,ntre la captura del
ani'mal y el banquete. Esta forma innermeaia entre la caza y a domes–
ticación significa un notr.ible p rogreso en el i;:oncepto de econemía. El
caballo paleolí1tico ser' a, p,ues siempre salvaje,
y
se le puede considerar,
al máximo, como oojeto de captura, no de domesticación
~ tamed,
not
domesticated)
(20) .
Ilusoria es ciertamente la idea
d~
que se le em–
pleara como
med~o,...éle
tra nsporte, idea que sin embarg0 se presenta es–
pontánea por la inercia debida al hábito mental.
Apostaría que en una reunión de conocedores de caballos, ponga–
mos de
habitaés
del hipódromo, al menos una mitad protestarían indig–
nados si .se les dijese que el empleo del caballo como "motor" es una
innovación relativámente reciente, y que el noble animal desempeñó du-
lector puede ver .en
el
Repertoire de REINACH, pág. 15
O.
Al final de la página
el
lector leerá
el
comentario de Reinach : "Piette a cru reconnaitr.e sur quelques-unes de
ces
figures des traces de harnais ou de crevecres : c' est nne íllusion".
(18) En nuestro ambiente, el Prof. Dr. Doering ha aceptado
la
hipótesis de
la manta.
DOERING, Adolfo: -
Iberos
y
Euskaros,
Córdoba. 1921. pág. 27.
El fin, manifiestamente contingente
y
político, de este escrito, le quita todo va–
lor científico. La glorificación "a toda costa" de la gente vasca constituye la tesis
del trabajo. El autor, a pesar de la mucha estimación que tiene merecida en el campo
de la investigación geológica de la República, no emplea en este escrito, entre histórico
y
apologético, todo el rigor de crítica que le
es
peculiar.
(19) PIÉTREMENT, loco citato, pág. 84-96.
(20)
WARREN,~
ibídem.