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AMÉRICA Y BABILONIA

paleontología, al identificar numerosísimas osamentas de animales equi–

nos en las capas cuaternarias superiores de las estaciones clásicas.

Tan solamente cabe la duda, al preguntarse uno qué clase de papel

desempeñaba el caballo en

la

vida del hombre, durante el cuaternario.

Hay un reducido grupo de optimistas a toda costa, quienes suponen que

ya se encontraba domesticado, y hasta se le imponían cargas para llevar–

las de un lugar a otro. Esta opinión, tan débil que merece ser llamada

un

li ttle doubt

(

15) , descansa sobre el hecho siguiente: que entre los

innumerables

graffiti

de esa época tan remota, hay algunos cuyas líneas

grabadas en el hueso o en la piedra, fueron interpretadas como repre–

sentación de bridas y bozales, y otras, que se bautizaron como montu–

ras o cubiertas puestas sobre el lomo del animal. Las amplias discusio–

nes ( 16) surgidas a este propósito parece hayan terminado por eviden–

ciar que en el caso más favorable, pudo haber únicamente ataduras para

sujetar el caballo, mediante una cuerda que se envolvía al cuello cerca

de las orejas, siempre que esos signos no sean particularidades intrínsecas

del arte del grabador ( 17). Por mi cuenta, los que hablan de cubiertas

( 15)

La ftrase es de S. A. WAREEN, y fué pronunciada durante una discusión

de la Sociedad Geo ógiaa de Londres.

'~Quarterly

J oumat o

the Geological Society", vol. LXX, 1914, p. 103.

( 16)

No se ha disc tido únicamente si

el

hombre paleolítico fué domesticador

de caballos y

jinete,

sínó

también si el arte paleofítico ha representado una o dos

clases de caballos. Dtó lugar

esta disputa el hecho que los caballos están dibujados

de dos maneras

~e.i:fectamente

distintas por la forma del cuello, del cuerpo y

el

perfil

de la cabeza.

Osborn opina que algunos fueron representados en

tiempo de verano, y otros

con

el

pelaje de invierno. Sin embargo, algunas veces en un mismo grupo aparecen

los dos caballos, el fino y

el

grosero. Este último es prácticamente el más abundante

y se parece al Tarpán.

La cuestión de si el hombre paleolítico fué

horseman,

no preocupa mayormente

a

L

YDEKKER. Mucho, en cambio, interesa a nosotros la frase de BOYLE, citada por él :

"Es incierto

si

los cazadores europeos llegaron a montar

el

caballo en la prehistoria,

pero, por lo que concierne a

la

protohistoria, los asiáticos en el arte de cabalgar se

muestran infinitamente más aventajados".

LYDEKKER,

R. -

The

Horse

and its relatives.

London, 1912, ver pág. 98.

( 17)

He tenido sobre este punto largas plát\cas . con un verdadero especialista

en asuntos de hipología, el distinguido pintor francés de animales Mr. MAGNE DE LA

CRO!X, quien me ha citado como t;>rueba de la domesticación del caballo en el paleo–

lítico,

la cabeza publicada por E. PIETTE en

" L' Anthropologie" ,

XVII

(

1906) ,

pág. 29.

Naturalmente

el

señor De la Croix sigue las

ideas de Piette, el más decidido

campeón de

los paleolíticos

jinetes. Obsérvase que

la

interpretación de esa cabeza

equina se difiere de la que

el

mismo Piette dió en

L'Art pendant

l'ag~.

du renne,

plan–

che 9 2, 4.

Otros sostenes del

jinete prehistórico son las cabezas del Mas d'Azil, que el