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EL CABALLO EN LA PREHISTORIA

133

vivieron hasta la Edad Media en las selvas europeas ( 12), Hehn replica

que se trata de anímales fugitivos ( 13),

vagi equi,

o, como dicen los

franceses,

marrons,

(que corresponde a nuestro amerícanismo

cimarro–

nes).

Estaba reservado a la arqueología el mento de reanudar la historia

del caballo en la civilización, más allá de los confines que limitan la

acción del filólogo . Tpdos saben que en las grutas y abrigos de Francia

y España la espeleología ha revelado recientemente la existencia de gran

número de representaciones plásticas o figuradas del caballo ( 14), que

se dejan fechar sin vacilación en la edad paleolítica (cuaternario supe-"

rior), es decir, durante la vida de

aquella humanidad remota cuyos

vestigios raciales ya no son visibles en la población de Europa,

y

cuya

existencia fué contemporánea con anímales de una fauna desaparecida,

como el mammut,

y

de otra fauna emigrada hacia el polo, como el

reno. He aquí una antigüedad verdaderamente asombrosa, reivindicada

a la historia del caballo en las tierras europeas,

y

confirmada por la

( 12)

U na lista de documentos de esta índole puede leerse en el mismo Hehn.

artículo

H

orse, pág. 3

?JI_

3 9 •

Varrón, Est abon, Plinío, Venancio Fortunato testímonfan la e:ústencía de ca–

ballos salvajes en lber·a, Alpes Ardenas. Germanía.

En 73 2

el

pontífice Gregoro Ill prohibe el uso del caba)lo salva¡je como ali–

mento. permitido anteríqrment

en Alemania por el apóstol S. - Bonifacio. Cerca del

año 1000. en la abadía de San Gal!. al bendecir las viandas servidas en el refectorio.

el

monje Ekkehard nombra la carne de caballo sal¡¡aje. Otros

documen~os,

recordados

por Hehn. mencionan

el

uso alimenticio del caballo salvaje en W esfalia

( 1316), Si–

lesia

(1132), Rusia y Polonia (1125), y hasta en pleno Renacimiento, como lo

comprueba una descripción de Alsacia por Réisslin

(Estraburgo, 15 93). y una orde–

nanza del duque Albeno de Prusia (1543).

( 13)

A

idéntica confusión entre

el

animal al estado propiamente salvaje, y el

cimarrón

o montaraz,

responde

el

nombre onagros, literalmente

ÓVO L 0.yQOL,

asnos

ariscos.

Mayor obscuridad, para el no iniciado, aporta el uso constante de

Onaget

por

parte de

los autores latinos. para indicar al caballo fugitivo. Hehn oportunamente

sugiere:

under which name may be understood the wilde

horse

(p. 37).

Al adoptar el nombre

Equus Onager,

el

sistemático moderno no ha seguido la

etimología griega. y lo ha aplicado para indicar algunas variedades del Asia, repre–

sentadas especialmente por

el

ghor-khar

persa y el

hamar

de Siria.

( 14)

El Instituto de Paleontología Humana, dirigido por Marcelin Boule y

fundado por el malogrado Príncipe Alberto de Mónaco. ha editado desde 19

O

6 hasta

hoy seis lujosas publicaciones monográficas exclusivamente dedicadas a

las pinturas e

incisiones murales de las cavernas paleolíticas, descriptas por especialistas como C artai–

llac, el abate Breuil, Obermaier. Peyrony, Capitán,

y

otros.

Muy cómodo resul-ta también, para tener una idea rápida y completa, el álbum

ilustrado de S . Reinach.

REINACH, Salomón. -

Répertoire de l'Art Quatemaire,

París. 1913.