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EL CABALLO

97

Si tenemos que · proceder éon un control riguroso en nuestras afir–

maciones, empezaremos por comprobar que el nombre

asno del kur

no

fqé, para los Súmeros, un nombre forastero. No se encuentran los Sú–

meros, para llevar un ejemplo, en

la

condición de los Egipcios, quienes

conocieron el caballo en una época muy reciente, y, faltándoles un voca- ·

blo

nacional,

le dieron nombre

rr~~

(pronúnciese:

sesemt)

.

volumen de la Hist. Univ. de Oncken sugiere al lector esa idea, una simple expo–

sición

'de datos cronológicos bastará para demostrar lo contrario. Antes de 1880

y-a se poseía una entera literatura sóbre la naturaleza turánica del pueblo de los

Sou–

mirs,

como se

le llamaba entonces. En 18 7 6 había salido la II• edición de la obra

de Maspero. Las cuatro obras principales de Oppert son de 18 63, 18 65 y 18 79.

En la lista bibliográfica puesta al final de esta nota, se

indican

los pasajes en que

el

lector encontrará netamente formulado el carácter uralo-altáico de

las primitivas

poblaciones de Súmer, mediante el número de la página que corresponde a esas edi–

ciones, hoy ya vetustas. La obra de Lenormant, a su vez, es de 18

74 .

Este autor

sostiene la misma cosa con una variación insignificante, al colocar en Akkad, en lugar

de Súmer,

la sede de

los turanios fundadores de

la cultura de Mesopotamia. No

había abandonado este autor la escuela inglesa, la que no aeeptó de golpe

el

asemitis–

mo de Súmer. ¿Qué m<is ? E n 1875, en una sesión de la Sociedad de Antropología

de París, el antropólogo Ha

y

había claramente definido el carácter ugro-finés de

los Súmeros.

(Véase el capít ulo de la reconstrucción fisonómica, en este escrito) •

Ya sabía, pues, Hommel, que los súmeros siguieron un cierto camino para lle–

gar a las sedes históric s, y que procedían de una determinada direcúón, cuando se

dedicó a buscar,

medí~te

la paleolingüística, p'lmebas

a posterioii.

·

La doctrina de

kur,

pues, y la del león, vid

y

caballo, son más bien aplicaciones

tardías que razonamientos inductivos.

En oHas palabras: puede ser muy cierta la tesis que estas doctrinas se empeñan

en demostrar, pero nosotros no confundiremos la posibilídad o verdad de la tesis ob–

jetiva: con la caducidad de las cavilaciones urdidas para su sostén.

La advertencia es

importante, pues la tesis

turánica de los súmeros es, por una

circunstancia que no depende de la paleolingüística, mucho más firme, en el terreno de

los hechos, que la hipótesis asiática de los Indoeuropeos (PICTET) y que la armenia de

los Semitas

(KREMER) . Lo verelllOS más adelante.

He aquí la lista bibliográfica prometida en esta nota:

OPPERT,

J. -

Expédition scientifique de Mésopotamie,

París 1863.

(ver tomo

II,

p ág. 59-102).

OPPERT,

J . -

Etat actuel da déchiffr. des

inscript.

cunéiformes,

Versailles, 18 65.

(ver pág. 25) •

OPPERT,

J. -

H ist. des

empires

de Chaldée et d'Assyrie d'apees les monuments-,

Ver–

sailles, 1865, (ver pág. 9)

LENORMANT, F. -

Les

premieres

civilizations, études d'hist. et d' archéologie,

París,

1874.

MASPERO, G.

-

Hist. ancienne des peuples de l'Orient;

P~~ís,

1876, II edition,

(ver pág. 139, 152- 156).

ÜPPERT,

J. -

Le peuple et la Cangue des M édes;

París, 1879, (ver pág. 10- 16).