EL CABALLO
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Si tenemos que · proceder éon un control riguroso en nuestras afir–
maciones, empezaremos por comprobar que el nombre
asno del kur
no
fqé, para los Súmeros, un nombre forastero. No se encuentran los Sú–
meros, para llevar un ejemplo, en
la
condición de los Egipcios, quienes
conocieron el caballo en una época muy reciente, y, faltándoles un voca- ·
blo
nacional,
le dieron nombre
rr~~
(pronúnciese:
sesemt)
.
volumen de la Hist. Univ. de Oncken sugiere al lector esa idea, una simple expo–
sición
'de datos cronológicos bastará para demostrar lo contrario. Antes de 1880
y-a se poseía una entera literatura sóbre la naturaleza turánica del pueblo de los
Sou–
mirs,
como se
le llamaba entonces. En 18 7 6 había salido la II• edición de la obra
de Maspero. Las cuatro obras principales de Oppert son de 18 63, 18 65 y 18 79.
En la lista bibliográfica puesta al final de esta nota, se
indican
los pasajes en que
el
lector encontrará netamente formulado el carácter uralo-altáico de
las primitivas
poblaciones de Súmer, mediante el número de la página que corresponde a esas edi–
ciones, hoy ya vetustas. La obra de Lenormant, a su vez, es de 18
74 .
Este autor
sostiene la misma cosa con una variación insignificante, al colocar en Akkad, en lugar
de Súmer,
la sede de
los turanios fundadores de
la cultura de Mesopotamia. No
había abandonado este autor la escuela inglesa, la que no aeeptó de golpe
el
asemitis–
mo de Súmer. ¿Qué m<is ? E n 1875, en una sesión de la Sociedad de Antropología
de París, el antropólogo Ha
y
había claramente definido el carácter ugro-finés de
los Súmeros.
(Véase el capít ulo de la reconstrucción fisonómica, en este escrito) •
Ya sabía, pues, Hommel, que los súmeros siguieron un cierto camino para lle–
gar a las sedes históric s, y que procedían de una determinada direcúón, cuando se
dedicó a buscar,
medí~te
la paleolingüística, p'lmebas
a posterioii.
·
La doctrina de
kur,
pues, y la del león, vid
y
caballo, son más bien aplicaciones
tardías que razonamientos inductivos.
En oHas palabras: puede ser muy cierta la tesis que estas doctrinas se empeñan
en demostrar, pero nosotros no confundiremos la posibilídad o verdad de la tesis ob–
jetiva: con la caducidad de las cavilaciones urdidas para su sostén.
La advertencia es
importante, pues la tesis
turánica de los súmeros es, por una
circunstancia que no depende de la paleolingüística, mucho más firme, en el terreno de
los hechos, que la hipótesis asiática de los Indoeuropeos (PICTET) y que la armenia de
los Semitas
(KREMER) . Lo verelllOS más adelante.
He aquí la lista bibliográfica prometida en esta nota:
OPPERT,
J. -
Expédition scientifique de Mésopotamie,
París 1863.
(ver tomo
II,
p ág. 59-102).
OPPERT,
J . -
Etat actuel da déchiffr. des
inscript.
cunéiformes,
Versailles, 18 65.
(ver pág. 25) •
OPPERT,
J. -
H ist. des
empires
de Chaldée et d'Assyrie d'apees les monuments-,
Ver–
sailles, 1865, (ver pág. 9)
LENORMANT, F. -
Les
premieres
civilizations, études d'hist. et d' archéologie,
París,
1874.
MASPERO, G.
-
Hist. ancienne des peuples de l'Orient;
P~~ís,
1876, II edition,
(ver pág. 139, 152- 156).
ÜPPERT,
J. -
Le peuple et la Cangue des M édes;
París, 1879, (ver pág. 10- 16).