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R. CÚNEO - VIDAL

sus

aillos

solieron congregarse por épocas determinadas, para re–

memorar, al son de danzas, de cantares y do monstrumaquias apa–

ratosas, los sucesos faustos de su nación, estaban terminados.

El hipogeo de Puma Punco, rodeado de patios concéntricos,

en los cuales, bajo la férula de acólitos domadores, bramaban teo–

rías de

pu.1nas

c.onsagrados al culto, guardaba en su recinto, en

mudo

y

solemne cónclave, el centenar .de momias tutelares, funda–

doras de las diferentes estirpes serranas y costeñas de la gran

familia collagua que transmitieron a la urbe su nombre insólito

y significativo.

El inga-pontífice, suerte de

Faraón

andino-y su séquito de

sacerdotes hierofantes, considerábanse todopoderosos, dueños cuál

eran de la universal aceptación de sus fieles, sin perjuicio de co–

rresponderles por derecho de· progenitura las dos terceras partes

de cuanto produjo el estado megalítico.

Sus edictos civiles y sacerdotales eran obedecidos desde la

frígida

puna

.:a

ta los valles de clima templado de la vertiente

I

occidental de la ordillera de los Andes comprendidos entre Ca-

maná, el río Lo

y

Coqui?nbo.

Aquél

f~é,

er"{)sÍniil1nente,

e1 momento en que los ancianos de

la Urbe, presidido por el sumo

auqui

o inga-pontífice, resolvieron

que, por mano de artífices kalasasayas, empapados en las tradicio–

nes nacionales, se labrase,

inmendiaciones del mayor adoratorio,

un Arco provisto de un friso historiado, cuyo contexto transmi–

tiese a las léjanas generaciones el recuerdo de las visicitudes ex–

perimentadas por la raza pujante a que pertenecieron hasta el

instante de aportar al Altiplano en donde floreció su cultura.

Los

kalasasayas, paradores de la piedra

o

arquite-ctos,

al lle–

nar su cometido, procedieron a representar por medio de su arte

las peregrinaciones de la estirpe protocollagua, de Oriente a Oc–

cidente, de las orillas del Atlántico,

y

sucesivamente del riñón del

continente americano a la encumbrada meseta andina en que se

cristalizó su destino; peregrinación que la raza emprendió joven

y pujante, con paso activo y rítmico y llevó a cabo envejecida y

presa de mortal cansancio.