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R. CÚNEO - VIDAL

preocupación de que participaron todos los pueblos de la ti rra

P -

seedores de una historia, comenzando. por el judío, cuya capita1,

Jerusalén, vemos figurar como

"centro de la tierra"

en las cos–

mogonías anteriores a Copérnico.

Según este nuestro razonamiento, las figuras menores del

arco en número de cuarenta y ocho, representan la marcha de la

.

.

horda de las orillas del Atlántico, o si se quiere del riñón del con-

tinente americano, hacia las cumbres andinas, y las de la greca

inferior, en que se repiten los signos "cordillera" "vertientes",

"sol poniente"

y

"sol levante", la sucesión de valles y collados que

aquéllos transpusieron, detrás de los cuales se ponía el sol, para

renacer a su espalda al siguiente.día.

Posible es que estudios más afortunados lleguen a descifrar

el valor cronológico de aquella teoría de soles y precisen las épo–

cas, edades, centurias o años, que duró la peregrinación de la raza,

hasta aportar a la meseta predestinada en donde había de surgir

su urbe :fastuosa e ilustre.

Creemos del caso i sistir en que las traslaciones de las ci–

vilizaciones clási as del viejo mundo, de Oriente- a Occidente, en

el sentido de la etérea raslación del Sol, han debido obedecer a

causas idénticas: queremos decir a hundimiento de la costa orien–

tal de Asia, que obligaron a las humanidades primordiales a em–

prender, de Oriente a Occidente, una marcha hacia las mesetas .

.

cunas de cultura, que tuvieron nombre: Himalaya, Himeto o Sión.

Son fáciles de imaginar los trances del

it~nerario

que, provo–

cado por semejantes causas, emprenderían las razas am ricanas

con rumbo a la meseta de los Andes.

Las razas mediterráneas, hijas de la

nianigita,

<lisputaríanles

1

el paso con ciego coraje, hasta que, .enteradas del inmenso peligro

que a todos amenazaba, dieron en huir, ellas también, sin más pen–

samiento que salvarse, confundidas en la formidable avalancha

humana a que impelía hacia Occidente un soplo de cru nta fa–

talidad.

Aquella huída, no obstante, conoció pausas durante las cuales ·

la humanidad americana conoció períodos de relativo sosiego en