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R. CÚNEO - VIDAL
El hombre de aquella hora premiosa del calendario inmemo–
rial de América se alimentó como pudo, con la carne palpitante
de esta o aquella pieza de cacería, cogida en las veredas de la
ominosa manigua,
y
quien sabe si con las hojas de la
coca,
el
"ma1=tá" americano, descubierto desde aquellas lejanas edades en
este o aquel silvestre soto.
Pero es el caso que en las pausas de aquella su huída, en este
o aquel claro de la selva aborigen, aquella humanidad primordial
experimentó la nostalgia de un hogar estable y la necesidad de
echar los cimientos de una
patria
futura, mas se dió cuenta de
que para hacer cosa · de provecho hacíale falta el elemento más
premioso de nutrición, aquel sin el cual no cabe pensar en organi–
zar vida biológica ni civilizada,
la
"sal",
cuyos criaderos nativos
abandonara a orillas del Atlántico al emprender su marcha
secular.
Aquel elemento, escaso en la selva aborigen, abunda por el
contrario en el altiplano de los Andes.
A título sen1ejante, y siendo así que la sal fué el
exponente
de Za riqueza
en el antiguo mundo americano, el futuro Collao,
dotado cual estuvo de extensas salinas, estuvo destinado a ser el
centro de una :futura civilización y el asiento de un ·pueblo que con
el tiempo ejercería un derecho de primogenitura y de mayor ri–
queza entre las restantes estirpes americanas.
La sal fué el aliciente
todopoderoso
que, transcurridos que
fueron los apremios del terror, apresuró la mar.cha de las razas
oriundas de la vertiente del Atlántico hacia las cumbres de los
Andes, llevando la delantera la raza más aguerrida
1
en cuyo tem–
peramento obrase un atavismo más generoso y enérgico.
Tiahuanaco debió su ubicación, más que a otra cosa, a la pro–
ximidad de las abundantes salinas de Ayaoyo, Coipasa. y Au–
llagas.
Si éstas hubiesen estado situadas diez o doce grados más al
Norte o más al Sur, distinta habría sido la ubicación de la urbe
"de los Muertos Sentados".
La marcha de toda una humanidad amenazada de una des-