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R. CÚNEO - VIDAL

propiedad,

cadáver

aderezado en la postura

sentada

determinada

por la liturgia andina.

Aya,

como en Ayacucho, Ayabaca,. ... i\yaviri, etc., es de igual

manera

muerto,

pero en el sentido espiritual de

ánima.

Ambos términos guardan relación con las momias tutelares

de las diferentes estirpes que las diferentes comunidades venera–

ron en los

mochaderos

de sus respectivas -urbes religiosas.

De

huañuc

(muerto) se hizo

huayñu.

De

aya-aru-hui,

en . que

aya

expresa

difunto,

y

aru, hablar,

hízose

yaraví,

en el sentido de

elegía hablada, o cantada,

a pre–

sencia de los muertos.

Algo hay, propio de

~emejantes

orígenes y de semejantes fi–

nalidades, en la música incaica, que la singulariza.

L.os

diferentes sistemas musicales conocidos del mundo meló–

dico parecen haber sido inventados para expresar los aspectos cam–

biantes de la s nsibilidad de las ra21as que los idearon: las soli–

cita~iones.

del a 0r, ya divino, o

ya

humano, los clamores de las

victorias

y

las ·ncit cio

~s

exaltadoras de la gloria.

De consiguie e, reflejan cuatro, cinco, diez o más :facetas

del diamante lllter·or.

nue

e el alma humana.

La música incaica refleja una tan sólo: la del dolor por la

ausencia de un ser querido; la del desamparo en un presente sem–

brado de desencantos.

La música incaica se dejó escuchar de Pasto,

y

Quito a San–

tiago del Estero, T'ucumán y las orillas del Maule, y abarcó den–

tro de su dominio melódico las

marcas incaicas

de Tumbes, el Chi–

mú, Ca:jamarca, Huánuco, Jauja, Tarma, Lima, Aya.cucho, Ica,

Areqtiipa, Moquegua, Tarapacá y Tacna.

Resonó en los lugares más apartados del Imperio; en que los

Muertos, fundadores de la .nacionalidad; merecieron culto de re-

cuerdo

y

veneración.

_

Ella ha dejado de resonar en la ciudad moderna.

El viajero que cruza las sendas del antiguo Perú obse_rva a

su paso las manifestaciones de ·vida del Colla.o, del húmedo valle,

y

de la ardiente

yunga,

y

dando crédito a su facultad visiva

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ima-