CAPITULO XLVI
LA DANZA
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Difícil sería definir la diversidad de bailes·, los más de ellos
de carácter luga ént>, que practiearon los andinos.
Con todo, .e ue e de ir que en el Imperio hubo dos clases
de bailes, nacidos de idealidades
nacionales
y determinados por in–
flujos
de clima,
dentro de cuyo amplio jirón cupo aquella diver–
sidad de bailes provincianos que decimos, a saber la
danza huanca
propia de la sierra, y la
danza cashua
de los quechuas, propia de
tierras templadas.
Aquella doble clasificación tuvo su razón de ser.
El clima frío y penetrante de la sierra
y
de la
puna
exigió
un baile movido ideado para avivar la circulación de la sangre y
aumentar el calor vital, a tiempo que el clima apacible de las
cabeceras de los valles
y
el cálido de los valles mismos, exigió un
baile menos violento, pero en cambio más rítmico, más
o~dulado,
más reposado, acompañado de cantares.
Tal parece ser, a primera vista,
la filosofía
del baile peruano,
que vemos compartido en bailes
serranos,
bailes
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vallunos,
y
bailes
costeños.