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-- 27 -

pensar se forjaban los historiadores españoles

y

en lasque

centenares de miles

de

ho1n

bres l

n–

chaban con

otros

en poderosos ejércitos.

Larna–

yoría de las

guerraR

eran entre uno

y

otro In - ·

ca, sea para conquistar

y

to1narse sus rnuje–

-res, suB terrenos, más

fértiles que los suyos,

o por cuesti on es de lín1ites, aguas de riego,

pastales o usurpaciones de tierras o ganado.

'rodo aquello

y

mucho más que cuentan los

historiadores. puede haber

sido

realidad

en

Dtra

época,

por e;jem

plo, cuando las grandes

culturas de Tihuanacu, Cuzco, Ollantaytan1-

pu-y

otros grandes centros ahora cubiertos

por la vegetación de los bosques-se hallaban

en pleno auge. De la ignorancia referente a ·

la grandeza de aquellas culturas antiguas só–

lo de vez en cuando, descorren el velo que la

cubre, los adn1irabtes hallazgos que algunas

veces se efectúan o de los que tenen1os n oticia

y

q ne nos hacen ilnaginar

y

ver como a la luz de

un

relámpago y por un mon1ento

una

gran

cultura ren1otísitna, la cual quizás

jÚ1nás

he–

mos de poder reconstruir en nuestra n1ente.

Posteriormente se ha de poder detern1inar con

el

Craneómetro

las distintas

razas,

el

flujo

y

reflujo de los diferentes grupos hurnanos que

aquí

y

acullá han obrado, han luchado, han

anhelado

y

guerreado

y

al final han

sncu1nbi–

do, hemos de descubrir

más

inonumentos, inás

objetos de arte, más estilos artí.sticos desco–

nocidos, pero jamás se ha de poder hollar

con el corcel de la ciencia los páramos