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pensar se forjaban los historiadores españoles
y
en lasque
centenares de miles
de
ho1n
bres l
n–
chaban con
otros
en poderosos ejércitos.
Larna–
yoría de las
guerraR
eran entre uno
y
otro In - ·
ca, sea para conquistar
y
to1narse sus rnuje–
-res, suB terrenos, más
fértiles que los suyos,
o por cuesti on es de lín1ites, aguas de riego,
pastales o usurpaciones de tierras o ganado.
'rodo aquello
y
mucho más que cuentan los
historiadores. puede haber
sido
realidad
en
Dtra
época,
por e;jem
plo, cuando las grandes
culturas de Tihuanacu, Cuzco, Ollantaytan1-
pu-y
otros grandes centros ahora cubiertos
por la vegetación de los bosques-se hallaban
en pleno auge. De la ignorancia referente a ·
la grandeza de aquellas culturas antiguas só–
lo de vez en cuando, descorren el velo que la
cubre, los adn1irabtes hallazgos que algunas
veces se efectúan o de los que tenen1os n oticia
y
q ne nos hacen ilnaginar
y
ver como a la luz de
un
relámpago y por un mon1ento
una
gran
cultura ren1otísitna, la cual quizás
jÚ1nás
he–
mos de poder reconstruir en nuestra n1ente.
Posteriormente se ha de poder detern1inar con
el
Craneómetro
las distintas
razas,
el
flujo
y
reflujo de los diferentes grupos hurnanos que
aquí
y
acullá han obrado, han luchado, han
anhelado
y
guerreado
y
al final han
sncu1nbi–
do, hemos de descubrir
más
inonumentos, inás
objetos de arte, más estilos artí.sticos desco–
nocidos, pero jamás se ha de poder hollar
con el corcel de la ciencia los páramos