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del inestizo, no es de extrañar que los relatos
que encontramos en los cronistas, referentes
a costumbres, leyes, historia y sucesos, antes
de Pizarro,hayan sido malas trad uccio11es e in·
terpretaciones de más mal as informaciones,
las que no pueden ni deben servir de funda–
inento para una cronología, mucho menos pa·
ra edificar la historia precolo1nbiana del al to
y
bajo Perú. Sobre esta documentación utópi·
ca, querer como algunos escritores, dar hasta
cifras cronológicas con10 lo
h.
ace Ph. Ainsworth
Means
y
otros, es. de punto de vista de serie–
dad científica más que criminal. La ciencia
de hoy tiene otros medios en la mano para
deterrninar las probables fechas de ciertos
períodos, a los cuales no es propio referirse en
el presente escrito. (3).
Cuando uno va durante veinte años con
los ojos abiertos
y
con el oído algo así como
cubierto por un cedazo purificador, usando el
teodolito y el compás de Broca, cavando
y
descubriendo en los lares donde se ilesarro–
lló la verdadera historia de los llarnados
Incas, uno ve algo más
y
algo menos ele lo
que los historiadores de los siglos
XVI
y
XVII
dicen haber oído
y
visto.
(3) Véase Boletín de la Soc. Geog. de La Paz, Nº 45,
año 1918. Posnansky. El gran templo del Sol en los An–
des. La edad de Tihuanacu. Astronomía prehistórica.
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